Los niños son el futuro de la humanidad. Pero, ¿qué queremos para ellos? La campaña de Unicef que reunió el pasado año a más de doscientos escritores mundialmente reconocidos para que pusieran sus esperanzas por los niños del mundo, en una serie de historias pequeñas, supuso ese momento cumbre en el que se reunió en un solo eje lo mejor que tiene la humanidad para que todo el mundo lo pudiera contemplar y siguiera el camino.
No solo hay que contar esta gran campaña de concienciación realizada por Unicef para proteger a los niños por ser el futuro de la Humanidad. También La Organización de las Naciones Unidas celebra el 20 de noviembre de cada año el Día Universal del Niño.
Esta jornada es una celebración anual dedicada a la fraternidad y a la comprensión de la infancia del mundo. Y destinado a actividades para la promoción del bienestar y de los derechos de los niños, es celebrado en varios países en diferentes fechas.
Una protección especial para la infancia
Hay más. Nada es suficiente para proteger a los niños, desprotegidos en tantos países del mundo. Por eso existe la Convención sobre los Derechos del Niño (CDN, en inglés CRC). Es un Tratado Internacional de las Naciones Unidas, firmado en 1989, a través del cual se enfatiza que los niños tienen los mismos derechos que los adultos.
Y se subrayan aquellos derechos que se desprenden de su especial condición de seres humanos que, por no haber alcanzado el pleno desarrollo físico y mental, requieren de protección especial.
Es importante destacar que, también, tiene que existir el compromiso de cada uno de los adultos. Los niños y las niñas son el futuro de la humanidad. Y depende de cada uno de nosotros poder darles una buena alimentación y educación, entre otros factores vitales, para que puedan tener un mejor futuro y poder enfrentar los nuevos retos que tendremos.
Sin embargo, aun con los avances tecnológicos, científicos y desarrollo económico que hemos logrado la humanidad, hoy en día los niños y adolescentes se encuentran entre los miembros más vulnerables de una comunidad y suelen sufrir de manera desproporcionada la pobreza y la falta de equidad.
El poder de la educación
La clave en la que todos los expertos y profesionales coinciden es en el modelo para abordar los retos del futuro. La respuesta en la que todos coinciden es que la herramienta que posibilita el mejor de los futuros es la educación.
Si combinamos el futuro de la humanidad con la infancia, la adolescencia, la juventud y los retos a los que nos enfrentamos en el siglo XXI, vendrá bien citar al catedrático de Física Aplicada de la Universidad de Alcalá Antonio Ruiz Elvira, quien explica que “una mayoría de alumnos llega sin haber pensado que su trabajo como estudiantes es, por supuesto, dominar la técnica a su nivel, la trigonometría, las derivadas e integrales; pero que sobre todo es desarrollar su capacidad de resolución de problemas que no han visto, de utilizar las herramientas que tienen en sus manos y las analogías con los ya resueltos para intentar resolver los nuevos”.
El problema, responde el propio catedrático, “es la falta de estímulo intelectual. De aceptar que su trabajo, a su edad, es decir: ‘’Aquí hay un problema nuevo: Voy a resolverlo’’, rechazando de plano la idea de que su responsabilidad es aprender colecciones de problemas«.
Según Ruiz Elvira, «tenemos desafíos inmensos, que se están presentando ya ante nosotros. Y en cierta medida son nuevos. Hemos olvidado lo que es vivir con energías de bajo rendimiento. Tenemos que diseñar esquemas que nos permitan no revertir a situaciones culturales anteriores al siglo XIX con energías más próximas a la agricultura que al petróleo. Para esto necesitamos jóvenes (y niños, y niñas, y adolescentes) que rechacen las soluciones obsoletas y encuentren soluciones a problemas nuevos. Eso es la educación. Lo demás, charla de café”.