La historia de la Humanidad es la historia del progreso entre las luces y las sombras, de la vieja piedra del Paleolítico a la nueva del Neolítico, del esplendor de las dinastías chinas y árabes a la oscuridad de la Edad Media que da pie al fulgor del Renacimiento y el Descubrimiento de América, el momento en el que Europa se constituye en el pilar de occidente como forma de conocimiento, de organización social y económica.
En todos estos procesos, la diferencia está en el matiz. Y es este último el que tiene la capacidad de acción, la potencia del cambio.
De la invención a la copia
En los actos que forjan la evolución se encuentra primero la invención, el descubrimiento. Es América y es la rueda o la pólvora. Es la imprenta.
A partir de aquí hay estadios intermedios donde si la invención es «la creación, diseñar, idear o producir alguna cosa nueva que antes no existía», la copia es «hacer una cosa, en especial una obra artística, igual que otra ya hecha, tomando esta como modelo«. O, también, «escribir lo mismo que está escrito o impreso en otra parte o lo que está dictando o diciendo alguien«. Es decir, repetir de forma calcada la invención original.
La siguiente etapa es la que busca mejorar la copia con alguna modificación o transformación del invento original. Es un buen avance, si se tiene en cuenta que tan solo estamos en una etapa intermedia de nuevo, que es la que se denomina adaptación: «Cambiar una cosa, modificarla o ajustarla para que sea válida, sirva, funcione, etc., en una situación nueva y con características distintas«.
Qué es innovar
Es un gran paso en la evolución, pero no puede considerarse una innovación, o una fase del proceso innovador. ¿Qué es entonces la innovación? Busquemos su exacta definición en el diccionario: «Mudar o alterar algo, introduciendo novedades«. Abundemos en el concepto para clarificar las diferencias con las adaptaciones de las copias de los inventos.
En efecto. Innovación es un cambio que introduce novedades. Y se refiere a modificar elementos ya existentes con el fin de mejorarlos o renovarlos. Esta palabra proviene del latín «innovatio» que significa «crear algo nuevo» y está comprendida por el prefijo «in-» que significa «estar en» y «novus» que significa «nuevo«.
Además, en el uso coloquial y general, el concepto se utiliza de manera específica en el sentido de nuevas propuestas y su implementación económica.
La innovación, según la última acepción del Diccionario de la Lengua Española, de la Real Academia Española, es la «creación o modificación de un producto, y su introducción en un mercado«.
Y ahora, la clave de los dos conceptos: Una invención no es aún una innovación. Con el concepto de invento, se engloba desde las nuevas ideas hasta la construcción de prototipos o el desarrollo concreto de una concepción, pero en la fase previa al mercado. En cambio, se puede hablar de innovación en el sentido económico cuando se transforma el proceso de producción de algo en una economía política determinada.
La innovación es un proceso que consiste en convertir en una solución a un problema o una necesidad, una idea creativa. Así, la innovación puede realizarse a través de mejoras y no solo de la creación de algo completamente nuevo.