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La inflación es un término económico fundamental para el consumidor, para el cliente, para cada persona, para las famillias, para los gobiernos. Pero también para la seguridad, la estabilidad, el crecimiento económico y el bienestar.

La inflación es una cifra que corre de boca en boca cada vez que no se encuentra dentro de los parámetros deseados. Y la inflación, escrita con una sola «c», es la que marca directamente la otra letra «c», la de la cesta de la compra, metáfora de la sociedad según lo que contenga, lo que cueste. Y, sobre todas las cosas, el esfuerzo que signifique que esté lo suficientemente completa para garantizar el bienestar familiar.

¿Qué es la inflación?

La inflación, en economía, es el aumento generalizado y sostenido del precio de los bienes y servicios existentes en el mercado durante un período de tiempo, generalmente un año.

Cuando el nivel general de precios sube, con cada unidad de moneda se adquieren menos bienes y servicios. Es decir, que la inflación refleja la disminución del poder adquisitivo de la moneda: una pérdida del valor real del medio interno de intercambio y unidad de medida de una economía.

Una medida frecuente de la inflación es el índice de precios, que corresponde al porcentaje analizado de la variación general de precios en el tiempo (el más común es el índice de precios al consumidor).

¿Cómo se calcula la inflación?

Cada persona compra cosas distintas. Significa que cada familia tiene sus propios hábitos de consumo: algunas disponen de automóvil y comen carne. Otras sólo viajan en transporte público y son vegetarianas. Los hábitos de consumo medios del conjunto de las familias determinan el peso de los distintos bienes y servicios en el cálculo de la inflación.

Para calcular la inflación se tienen en cuenta todos los bienes y servicios que consumen las familias, incluidos:

  • Los artículos de consumo diario (como los alimentos, el períodico o la gasolina).
  • Los bienes de consumo duradero (como las prendas de vestir, los ordenadores o las lavadoras).
  • Los servicios (como la peluquería, los seguros o el alquiler de vivienda).

Hemos definido la inflación y descrito sus causas más comunes. Pero, ¿qué consecuencias tiene sobre la economía doméstica de los consumidores? Está claro que se trata de un parámetro macroeconómico pero su influencia en los bolsillos de los ciudadanos de un país es más que evidente.

Los efectos de la inflación

El primer efecto es la pérdida de poder adquisitivo de los consumidores. Con la misma cantidad de dinero se pueden comprar menos productos que en un contexto no inflacionista. Si la subida de los precios no se ve compensada por un incremento en los salarios tendremos más dificultades para llegar a fin de mes.

Pero si los salarios suben se puede entrar en un círculo vicioso, ya que los empresarios para compensar este aumento venderán más caros sus productos, con lo que la inflación seguirá existiendo.

Como vemos, la subida salarial no es la única solución ya que en realidad se está aumentando la cantidad de dinero en circulación.

Los préstamos, en cambio, bajarán su precio real. Si no hay un reajuste de los intereses, al reducirse el valor del dinero éstos resultarán más asequibles para los deudores. Sin embargo no hay que olvidar que nuestro poder adquisitivo baja también. Pagar el préstamo nos supone un menor esfuerzo económico pero con el aumento de los precios este beneficio no redunda de forma decisiva en nuestra economía.

Los consumidores no pueden ahorrar tanto como antes. Se ven obligados a dedicar más dinero que antes a la adquisición de productos y servicios, ya que su precio ha aumentado. La capacidad de ahorro disminuye. Los productos que más suben en épocas de inflación son los de mayor consumo, con lo que este aumento de los precios lo sufren todos los consumidores.

Como podemos suponer los productos más demandados suelen ser los de primera necesidad y en estos casos resulta más difícil prescindir de ellos. Si la comida o la ropa suben de precio las economías familiares se resienten.

Terminaremos con un ejemplo, en este caso, de Estados Unidos: La consecuencia de que suba la inflación es que pueden adquirirse menos bienes y servicios por cada euro, es decir, cada euro vale menos que antes. La inflación refleja la disminución del poder adquisitivo de la moneda. Un ejemplo tomado de EE UU: para comprar un producto que en 1980 costaba 100 dólares, hoy necesitaríamos 282,70.

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