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La economía social es la economía con rostro humano”. Así la define Juan Francisco Juliá, catedrático de Economía Agraria de la Universidad Politécnica de Valencia, y protagonista de una nueva entrega de nuestra serie ‘Actitud y Compromiso’.

Esto es así, explica Juliá, porque “pone en el centro a las personas”. Es decir, el interés principal de las cooperativas es el atender y dar respuesta a los miembros que la conforman en su propio entorno, su territorio de actuación.

Por eso, la Comisión Europea ha encargado un plan de acción para impulsar su futuro. No solo por su arraigada actividad, sino porque también aportan un gran desarrollo a escala local, tienen una marcada responsabilidad con el medioambiente y porque persiguen la equidad y la solidaridad mutua.

Valores que no solo hacen a estas empresas más humanas, sino que además las hacen más fuertes y, por tanto, resilientes ante a las crisis.

“Empresas con causa”

Las empresas cooperativas, recuerda Juliá, son “empresas con causa”, tienen que competir con las demás en el mercado pero sin renunciar a los valores y principios que le proporcionan su identidad. Así es como se hacen fuertes y se diferencian.

En España 6 de cada 100 empresas del sector privado pertenecen a la economía social. Una fortaleza que, según subraya Juliá, también se pone de relieve en el hecho de que el sector financiero Cajamar sea una de las entidades significativas del país, que una cooperativa sea nuestra primera exportadora hortofrutícola, o que los primeros exportadores de aceite de oliva también pertenecen a una cooperativa.

Sin embargo, es importante tener en cuenta que este modelo de empresa no es en absoluto infalible. Juliá destaca la necesidad de revisar algunos de sus modelos de gestión: por ejemplo, ampliar su dimensión, mejorar su gobernanza y promover su modernización.

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