La bioeconomía es un concepto amplísimo, todavía necesariamente ambiguo tanto por lo reciente de su acuñación teórica, como por su transversalidad práctica, su alcance multisectorial y la complejidad de las fuerzas productivas que involucra en su aplicación.
Indudablemente, lleva implícito un gran salto adelante de la humanidad en cuanto al uso intensivo de la tecnología en todas las fases del proceso productivo. Pero, sobre todo, ha de suponer un gran cambio en el terreno de las mentalidades, en la manera en cómo entendemos el carácter circular de la economía y cómo gestionamos los recursos de origen biológico a nuestro alcance.
La bioeconomía propone un nuevo modelo productivo basado en la innovación y en la optimización del uso de fuentes de energía y materias primas, priorizando el empleo de aquellas de carácter renovable.
Su objetivo es garantizar, mediante el uso responsable del material biológico renovable del planeta, la seguridad alimentaria de la población, la biodiversidad y la protección del medio ambiente, para seguir avanzando así en la generación de valor económico y bienestar social.
El continuo crecimiento de la población y nuestra limitada disponibilidad de recursos productivos, con la que atender una demanda de alimentos en expansión, fundamentalmente agua, suelo y energía, nos obligan a buscar alternativas.
Se trata, por tanto, de una temática que en los próximos años centrará la agenda de gobiernos, corporaciones empresariales y centros de estudios de todo el mundo.
En la Unión Europa la bioeconomía ya es una realidad. En conjunto genera anualmente un volumen de negocio que sobrepasa los dos billones de euros y da empleo a más de 22 millones de personas en la industria agroalimentaria, química, biotecnológica y energética.
En España, el peso específico del sector agroalimentario, la diversidad de nuestra oferta, su sofisticación, la diversidad de agentes implicados en red y sus condicionantes ambientales hacen de nuestro país un entorno idóneo para el desarrollo de muchas de las premisas más avanzadas de la bioeconomía en ámbitos muy diferentes.
El sector agroalimentario, entendido como la suma de la producción agraria y la industria asociada, los servicios auxiliares y la distribución, supone prácticamente el 10 % de nuestro PIB y ocupa a más del 10 % de la población activa española.
En paralelo, la relevancia de cada una de las fases que componen el sistema agroalimentario está cambiando rápidamente, observándose una progresiva caída de la actividad primaria a favor de los procesos industriales, logísticos y de distribución. Y es precisamente en el contexto de los subsectores agroalimentarios relacionados de una u otra forma con la bioeconomía donde actualmente se observa el mayor dinamismo y la mayor generación de innovación, de iniciativas empresariales y empleo.
Entre las líneas de trabajo que comienzan a ser una realidad y que, sobre todo, cuentan con mayor potencial de desarrollo, destacan las siguientes:
- La biotecnología, como mecanismo para el desarrollo de nuevas variedades vegetales o razas animales mejor adaptadas a los cambios bióticos, capaces de optimizar la transformación de los insumos en productos consumibles y más resistentes a plagas y enfermedades.
- El control biológico de esas mismas plagas y enfermedades, que permitirá mejorar el equilibrio ecológico de los sistemas agrarios con la progresiva reducción de los tratamientos químicos y la obtención de alimentos cada vez más sanos y saludables.
- El aprovechamiento de todos los residuos y subproductos generados en la agricultura y la industria alimentaria, que son una fuente interesante de energía, componentes bioactivos, materiales reutilizables para la construcción o elementos nutritivos para las plantas.
- Y, finalmente, la generación de nuevos alimentos saludables, ante la preocupación cada vez mayor de los consumidores por el impacto de un estilo de vida sedentario y los nuevos hábitos de consumo, que han cambiado radicalmente en las dos últimas generaciones conforme avanzaba la globalización. Esta nueva conciencia nutricional está fomentando, por un lado, la demanda de productos biológicos y, por otro, la creación de ‘medicalimentos’, caracterizados por sus propiedades beneficiosas para la prevención de determinadas enfermedades.
Nos encontramos en un momento apasionante en el desarrollo del sistema agroalimentario, y muy especialmente en el ámbito integrado dentro de lo que conocemos como bioeconomía.
Las condiciones agroambientales de nuestro país, la competitividad de nuestras empresas, la capacidad de innovación de nuestros investigadores y el apoyo institucional desplegado por las diversas Administraciones públicas nos hacen ser optimistas de cara al futuro.