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Hace unos meses, Nicholas Negroponte, uno de los grandes gurús del mundo de la ciencia y la tecnología vaticinaba el final de la agricultura en una entrevista concedida al periodista Iñaki Gabilondo para el programa “Cuando ya no esté”. En su visión del futuro, la alimentación sería cosa de la industria, y no tanto de la agricultura. La propia necesidad de intensificación sostenible de la producción estaría contribuyendo a dirigirnos a ese final. Para una fecha tan cercana como 2050 no habría que matar vacas para comer carne. Los adelantos de la ciencia nos permitirán cultivarla en laboratorios, y aportarle una textura y sabor similares a los actuales. Menos espacio, menos agua y menos energía para producir aquello que comemos.

Y lo cierto es que, aunque nos pueda parecer demasiado ciencia ficción, hay una tendencia creciente (hoy una moda, quién sabe si mañana algo más), por la que los consumidores están dispuestos a pagar precios mayores por productos modificados de alguna forma: desde la leche desnatada, hasta la sin lactosa, o alimentos libres de diversos tipos de alérgenos. Dicha tendencia, entre otras cosas, facilita que los consumidores prueben nuevas categorías de productos, aparentemente menos naturales, pero que les producen algún tipo de beneficio saludable.

Convergen pues tres vectores que pueden hacer realidad el pronóstico de Negroponte: la convicción de que nuestro sistema productivo debe ser más sostenible (véase el gráfico 1); la existencia de unos consumidores más urbanos, más concienciados con el medio ambiente y su salud y, por supuesto, la disponibilidad de una tecnología que puede permitir el desarrollo de novedosos y sorprendentes tecnoalimentos (techfood).

GRAFICO -ALIMENTOS CIENCIA FICCION-

Así, tenemos empresas que están desarrollando mayonesa sin huevos, huevos sin gallinas, quesos sin leche o carne sin animales (desarrollada a partir de proteína vegetal o cultivando células madre). La cuestión es que ya tenemos en nuestro mercado algunos de estos productos (por ejemplo, Mercadona acaba de lanzar una gama de embutidos sin carne para los vegetarianos).

En sentido contrario al sueño del científico tenemos una parte importante del mundo que sigue aislada de las revoluciones tecnológicas y que durante mucho tiempo seguirá atada a una relación con la naturaleza mucho más directa. Tal vez, en 2050, podamos estar en casa comiendo un sabroso filete de atún rojo de laboratorio mientras en nuestra televisión vemos un documental sobre sociedades atrasadas en las que aún la gente tiene que cultivar la tierra o el ganado para poder llevarse algo a la boca.

David Uclés Aguilera

Área de comunicación en Grupo Cajamar