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Como siempre ha ocurrido, las crisis son las que mueven este mundo plano, y la actual, primero sanitaria y ya social y económica, implica tener que reescribir las reglas de la partida que estamos jugando contra un maldito virus que quizás simplemente esté llamando la atención a esos okupas deshumanizados de una naturaleza a la que nos encanta expoliar.

No es mi intención, allá cada cual, que interpreten estaslíneas como un cúmulo de reflexiones cenizas, pero no es menos cierto y con el permiso de una crisis económica sin precedentes salvo que actuemos coordinados y con celeridad, tengo la preocupante sensación de que este mundo está en llamas y aún no nos hemos enterado, insisto, salvo que actuemos coordinados y con celeridad, pues todo, pandemia incluida, será eclipsada por continuas realidades de calado geoestratégico con un claro epicentro en el eje USA – CHINA y donde jugadores secundarios sean indios, taiwaneses, coreanos, suizos o europeos, seremos eso, jugadores secundarios de una partida que no ha hecho más que empezar y donde todos estamos dando por hecho que el mundo que emerja después del final de la pandemia, será mucho menos cooperativo y abierto del que conocíamos hasta ahora.

Hemos, todos sin excepción, experimentado un maremoto vírico como decía un admirado colega y donde sus consecuencias vía tsunami están por llegar en este letargo veraniego que no ha hecho más que empezar y del cuál tarde o temprano desgraciadamente despertaremos.

¿Más fortalecidos? No lo creo, no nos engañemos. ¿Saldremos? Eso es seguro, pero salvo actuación unificada al respecto, saldremos mucho más débiles y fraccionados intuyendo determinadas decisiones y actuaciones que se tomarán mientras escribo estas líneas. Espero, no, deseo por interés y convicción, sin ser experto geoestratégico ni amanerado pitoniso, que estas predicciones queden en papel mojado cuando sean leídas pues no soy y quien me conoce lo sabe, ni amigo de los que alienta las hecatombes globales, ni amigo ni mucho menos de los que buscan los titulares catastrofistas. Todo lo contrario.

No nos equivoquemos: las decisiones que tomemos en estos meses tendrán un impacto en los próximos años, y es hasta draconiano que haya tenido que venir un “bicho” externo a ponernos en jaque, advirtiéndonos de que este mundo en el que vivimos tiene problemas mucho más serios de los que ese “viral bicho” ha despertado.

Debemos lograr entre todos lidiar con esta maldita pandemia que sigue activa, no lo olvidemos, de manera coordinada como humanidad. Obviedad, o no tanto.

Hay que resetear

¿Qué implica esto? Resetear ciertas máximas basadas en la ortodoxia predominante hasta ahora, y que todos de alguna u otra forma hemos comprado; erradicar las burocracias patológicas; basar nuestra escala de valores en un paradigma compartido de solidaridad y cooperación, huyendo de los falsos y manipulados eslóganes políticos de los que algunos hacen gala.

Van a venir tiempos jodidos y van a ser necesarias Políticas (con mayúscula) y políticos que no dependan de ideologías anacrónicas ajenas a la realidad que ya nos está mostrando el nuevo orden que viene. Y todo ello huyendo, como les digo, de teorías demoniacas, dudosas y conspiranoicas de ciertos grupos oscuros que dicen alentar los disconformismos y la continua división en la búsqueda de no sé qué beneficios en su mundo diferente en búsqueda de dudosos órdenes globales.

Necesitamos expertos en gestión ajenos a cualquier lastre politizado de cara a tomar decisiones que entre otros objetivos y alejados del radical y depredador neoliberalismo financiero de los mercados, así como de los tóxicos e intervencionistas populismos, hagan que esa brecha de desigualdad económica y generacional no nos reviente en nuestras narices. Necesitamos expertos, dotados de principios basados en la eficiencia, la meritocracia, la productividad y sobre todo la integridad.

En definitiva, líderes que ilusionen y de los que carecemos, que convenzan, que sepan sencillamente liderar haciéndonos a todos copartícipes de su visión, comunicando con vehemencia que es posible un reseteo medido y controlado del sistema, respetando siempre lo que funciona y cambiando sin dudarlo lo que no lo hace.

No tenemos elección

Todavía es pronto para valorar la dimensión, intensidad y fases de esta crisis, hoy coyuntural. Pero no es menos cierto que ésta derivará en crisis financieras, económicas y sociales si no se toman las medidas oportunas para evitar sus atroces consecuencias estructurales, jugando maquiavélicamente, como les indicaba, como fichas en un tablero llamado mundo geoestratégicamente complicado.

Fases que pasan de una crisis sanitaria, de momento aún no descontada, a una segunda fase de “parálisis económica”, que no será más que el principio de los riesgos de “default” a los que se enfrentan países con economías “avanzadas” atiborradas cual yonqui, de deudas impagables y que generarán colapsos fiscales con efectos colaterales en todas esas economías avanzadas.

Posteriormente, y a consecuencia de ese multiplicador pandémico, la dimensión vírica del problema hará que las débiles economías de los países en desarrollo o en vías de hacerlo se enfrenten a graves problemas sociales y de seguridad, con los consiguientes efectos adicionales para un orden global, paranoicamente digitalizado.

Una estrategia común

Este problema, insisto, global y de consecuencias impredecibles, demanda, exige soluciones globales y predecibles que partan de una máxima: cooperación. Colaboración global en todos los sentidos, pues no vale que los países y sus dirigentes estén gestionando esta crisis desde una óptica individualista, desde una óptica nacional, pues esta ciclogénesis no entiende de fronteras. No seamos estúpidos.

No se trata de enfrentar a los unos con los otros. No se trata de buscar teorías de “tú más”. No se trata de enfrentar al Estado con los Mercados. No, nada de eso.

Hablamos, en plural, de crear un futuro basado en una forma diferente de hacer economía, dignificando el oficio de empresario, huyendo del todo vale y donde paso a paso nos vayamos convenciendo de que el entorno socioeconómico apuntale la necesidad de incorporar, además de un desarrollo sostenible donde las personas, las empresas y los Estados se planteen como objetivos entre otros instaurar la relación cooperativa, la comercialización justa, el consumo responsable, las finanzas éticas y un sin fin de actuaciones que impliquen eso, cooperar.

Como dice Noah Harari más allá del entendimiento de la necesidad de mayor solidaridad global, esta crisis podría enseñarnos a enfrentarnos de manera más eficiente a otros problemas globales que tendremos que analizar en el muy corto plazo. Es mejor anticiparnos ahora, que esperar a que la próxima crisis que nos llegará, nos golpee con tanta virulencia que nos haga recordar nefastos errores del pasado, asumiendo además que quizás, y digo quizás, esta maldita pandemia puede convertirse en la excusa de realidades digamos que mucho más preocupantes.

¿Virus? ¿Qué tipo de Virus?

Nosotros decidimos en esta sinuosa, oscura e inhóspita travesía si queremos seguir con las “cortas” o le echamos redaños, y ponemos de una vez por todas las luces largas. Son dos años complicados los que nos quedan por delante si hacemos las cosas bien. Vaya usted a saber cuántos si las seguimos haciendo mal.

Ustedes deciden, ¿seguimos con las “cortas”?

 

Ricardo García Lorenzo

Director Cajamar INNOVA. Subdirector de Innovación Agroalimentaria CAJAMAR