Analizando las claves que hacen que algunos países tengan una menor desigualdad con respecto a otros, y con la intención de que esa búsqueda pudiera determinar algunos factores imitables o ejemplarizantes, he llegado a obtener algunas conclusiones, que me gustaría compartir.
Me he basado en los datos objetivos de criterios como los índices de riqueza, los de mejor calidad de vida o los de menor corrupción. Y los he contrastado con la base de la posición en ranking mundial de menor desigualdad de ingresos (equidad del reparto de la riqueza). Así, el factor más coincidente y determinante para una menor desigualdad es, sin duda, el de la comparativa del índice de percepción de la corrupción. Por tanto, los países más igualitarios y con una menor desigualdad son los menos corruptos.
Aunque pueda parecer una obviedad, la corrupción supone que algunos ciudadanos se aprovechan ilegalmente de ventajas perjudicando al resto, en un claro gesto de egoísmo y en detrimento de la propia comunidad a la que pertenecen.
Y como la ambición es infinita, las mermas que producen estos “ladrones” de lo colectivo, hacen que las diferencias en el reparto de los bienes y servicios vayan abriendo una brecha cada vez más importante de injusticia y desequilibrio. Por tanto, la desigualdad se instaura con más fortaleza en los países que son más laxos en la lucha contra la corrupción interna.
El factor determinante es la justicia en el reparto de la riqueza
Los ejemplos son muy claros. Observando los rankings mundiales, los países con menor percepción de corrupción son, curiosamente, los países con menores índices de desigualdad. Además, son los que tienen un reparto más equitativo de la riqueza de sus comunidades.
En esas posiciones son coincidentes países como Noruega, Dinamarca, Finlandia, Suecia, Islandia, Irlanda y Holanda, que están en las primeras posiciones de menor desigualdad y de menor índice de corrupción.
Otra curiosidad que podemos aplicar a estos 7 países señalados, es que en el ranking mundial del índice de mejor calidad de vida, figuran todas en las primeras posiciones del TOP 10, excepto Irlanda que está en posición 13. Es decir, son países donde un reparto más justo propicia un mayor bienestar colectivo, lo que debería ser la aspiración máxima de cualquier estado.
Sin embargo en el ranking de los países más ricos del mundo, salvo Noruega en la posición 6 e Irlanda en posición 3, el resto está entre los puestos 12 y 20, lo que significa que la riqueza no es un factor determinante, como sí lo es la justicia en el reparto.
La corrupción en fuente de empobrecimiento colectivo
¿Y cómo se defienden esos países, que hemos distinguido, de la lacra inmoral de la corrupción? Habitualmente con:
- Sistemas de defensa ejemplarizantes.
- Leyes justas y razonables.
- Multas proporcionales.
- Penas elevadas.
- Persecuciones a los infractores.
- Sistemas de control y seguimiento.
Evidentemente, las sanciones no las marcan quienes pueden cambiarlas. Por el contrario, los gestores de esos países dan ejemplo de dignidad y honradez, y se alejan de comportamientos indignos preservando una cultura de personas más civilizadas.
Es curioso como unos pocos “roban” o “saquean” a unos muchos, y en el empobrecimiento general no existan, en la mayoría de países, medidas correctoras severas. Debemos fijarnos en el ejemplo; en hacer las cosas bien hechas; en tener dignidad como ciudadanos, como países; y no mirar más “a otro lado”, justificando la miseria ética indigna, que nos hace más pobres, menos justos y con peor calidad de vida.
Como puede extraerse, la corrupción es una fuente de empobrecimiento colectivo, tanto de la riqueza económica como de la riqueza moral. Un agujero negro de nefastas consecuencias y de difícil justificación. Los datos en los índices son muy claros para no darnos cuenta de todo esto.