La sociedad, los consumidores, en definitiva, los clientes, están cumpliendo ahora una nueva etapa. Se ha pasado del «gratis total«, de la era de las descargas a una nueva concienciación que consiste en pagar por contenidos. Eso sí, pagar por contenidos de calidad.
Si antes la piratería daba paso a multitud de música, películas y series, había dos componentes que marcaban este tipo de actitudes:
- Por un lado, el debate sobre su legalidad o directamente su penalización por ser considerada legalmente piratería.
- La otra es que los contenidos, a menudo, se escuchaban mal y se veían peor.
Legal y de calidad
Las nuevas plataformas de distribución de contenidos de pago han venido a solucionar todos estos problemas. Y están arrasando. ¿Por qué? Porque solucionan de un plumazo los dos problemas mencionados anteriormente. Es decir:
- Son completamente legales, con lo que no se incurre en piratería ni en esa sensación de estar fulminando o al menos de ser partícipe de alguna manera en impedir la creación de contenidos a gente que además vive de ello.
- En segundo lugar, la calidad es rematadamente buena. La mayoría de las series de televisión y de películas se distribuyen en formato HD, de altísima calidad digital, lo que permite un visionado excelente. Hay que añadir que siempre se ofrece la posibilidad de visionarla en su versión original, con subtítulos en la versión original o en lengua española. Esto último es de extremada importancia para quien quiere aprender un idioma.
Además, hay una consecuencia derivada, que es la propia evolución del receptor de televisión. Ahora, son los denominados Smart TV, con conexión directa a Internet vía Wi Fi, mayoritariamente, con lo que se conjuga todo en uno: Legalidad del consumo, calidad del visionado, y hay todavía un tercer apartado. Se refiere a la inmensa variedad de contenidos que se pueden consumir en series, películas, dibujos animados, documentales y reportajes. Es un océano cuasi infinito donde se puede encontrar casi de todo.
Una elección económica
Y la cuestión es que cuesta menos de diez euros al mes, la última de las razones, la económica, pero quizá la primera que decide el acto de venta de un consumidor a alguno de estos servicios de distribución de contenidos. Son las ya populares Netflix, HBO, Yoomvi ahora de Movistar+, Wuaki, Filmin o Rakuten, que se han hecho con el monopolio de la distribución de contenidos y están ahora mismo en una batalla comercial por posicionarse entre las preferencias de los consumidores españoles.
A los contenidos audiovisuales hay que sumar el éxito de Spotify, una empresa con base en Estocolmo que ofrece servicios de escuchar música en streaming así como la posibilidad de descargar la música. Empezó a operar el 7 de octubre de 2008 en Suecia y en otros países a partir de 2009.
Según informa El Economista, Spotify, el número uno de la música en línea, tiene 140 millones de usuarios. Las cuentas anuales de la marca muestran un aumento del 53% de su volumen de negocios en 2016, hasta los 2,900 millones de euros. En 2015 el crecimiento del volumen de negocios fue del 80 por ciento.