El grado de preocupación del hombre por la sostenibilidad de los sistemas de producción agraria ha ido cambiando con el tiempo, en la misma medida en la que han evolucionado las tecnologías disponibles y las propias necesidades de la sociedad.
Cuando hace 10.000 años surgen las primeras sociedades agrarias los recursos eran abundantes y la población escasa, por lo que la preocupación de los primeros productores agrarios era mantener unos ciertos niveles productivos. Cuando estos decaían abandonaban las tierras de producción y ocupaban otras, las cuales aprovechaban brevemente.
Con el progresivo crecimiento demográfico, y la ocupación de territorios con unas condiciones cada vez menos favorables, se empezaron a desarrollar y perfeccionar tecnologías que permitían incrementar los rendimientos y mantener las tierras en cultivo de manera continuada. Surge así el arado de la tierra, los sistemas de barbecho, el riego y la progresiva mejora genética de las plantas y los animales. Estamos ante una creciente preocupación por la sostenibilidad social: hay que alimentar a una creciente población.
La sostenibilidad económica, aunque siempre ha estado más o menos presente en las inquietudes y decisiones de los agentes agroalimentarios, no se plantea de manera decidida hasta la Revolución Industrial, cuando la mecanización y la gran empresa se constituyen en el modelo de la sociedad occidental. A partir de estos años se inicia un proceso de intenso crecimiento de los rendimientos agrarios, gracias a la incorporación en los procesos productivos de tecnologías como los fertilizantes inorgánicos, la mecanización de las labores, la lucha química contra plagas, la mejora genética y el comercio internacional de alimentos.
La preocupación por la sostenibilidad económica tiene su momento más álgido en la década de los sesenta del pasado siglo, cuando la denominada como Revolución Verde consigue integrar de manera eficiente todos los elementos anteriormente mencionados, lo que le permite alcanzar incrementos espectaculares de los rendimientos agrícolas.
A partir de este momento empiezan también a integrarse las componentes social y medioambiental de la sostenibilidad. Además de conseguir producciones económicamente rentables, había que asegurar la disponibilidad de alimentos suficientes para una población que crece exponencialmente, que cada vez vive más en las ciudades y todo ello con una limitación en las tierras disponibles para el cultivo.
Pero no va a ser hasta finales de la década de los años ochenta del siglo XX cuando la componente medioambiental pase a tener un papel cada vez más decisivo en la toma de decisiones, tanto en el ámbito de la política como de la empresa.
La evolución de la población mundial de los últimos años, y sus proyecciones de futuro, el crecimiento económico de un amplio conjunto de países, que están aumentando considerablemente su ingesta de alimentos y están incorporando cada vez más los productos animales en sus dietas, y la creciente escasez de recursos nos obligan a disponer de herramientas que permitan analizar la sostenibilidad de los sistemas agrarios actuales. También van a ser instrumentos de gran utilidad para la toma de decisiones tanto en el ámbito de las corporaciones empresariales como de los organismos públicos nacionales e internacionales.
Hacer un uso eficiente del riego y de la fertilización de los cultivos puede suponer un ahorro considerable en los costes de producción además de ser beneficioso para la salud de las personas y del medioambiente. La biodiversidad puede ser el mejor aliado en la lucha contra las plagas, con el consiguiente ahorro en pesticidas. Y evitando la destrucción de alimentos a lo largo de toda la cadena podríamos alcanzar el objetivo de nutrir a la población prevista para el año 2050 sin necesidad de realizar grandes cambios en los sistemas actuales.
La actividad agroalimentaria sigue siendo el principal sector económico de un gran número de países y territorios, nos proporciona toda la alimentación que necesitamos y hace uso de una gran cantidad de recursos como la tierra, el agua o la energía. Incluso para países desarrollados como España sigue teniendo un marcado carácter estratégico desde el punto de vista socioeconómico y territorial.
A través de nuestras Estaciones Experimentales trabajamos en el desarrollo de tecnologías productivas que contribuyan a la sostenibilidad de nuestros sistemas agrarios. Y mediante nuestro Servicio de Estudios queremos fomentar el análisis de la compleja realidad en la que tienen que tomar sus decisiones todos los agentes que intervienen a lo largo de la cadena de valor, desde los agricultores y las empresas de transformación y comercialización hasta los organismos públicos responsables de la gobernanza en el ámbito agroalimentario.
Este es nuestro compromiso con el futuro del sector.