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Los tiempos actuales son tiempos difíciles, son tiempos para los empresarios. La crisis financiera ha dejado al descubierto las propiedades más profundas de la economía global. Lo que parecía
un equilibrio estable de los flujos comerciales y financieros, hoy se atisba como un entorno definido como de incertidumbre, que reclama agentes dispuestos a asumir un futuro del que se desconoce los escenarios posibles y las probabilidades de que acontezcan.

Desde la mitad de la década de los 90 hasta la crisis de 2008, se ha ido construyendo una estructura económica global que tiene una serie de características propias enraizadas en una revolución tecnológica que la ha hecho posible. La primera y más evidente de estas características ha sido la globalidad en la movilidad de bienes, servicios y factores productivos. Indudablemente el comercio de mercancías siempre ha existido y también el flujo de capitales, pero la revolución tecnológica que ha irrumpido en estos años, ha provocado un escenario de movilidad completa de capitales financieros y ha convertido en comerciables servicios que antes tenían un ámbito local. La prestación de estos servicios y los flujos de información internos de las empresas, ha permitido la deslocalización y externalización de áreas funcionales de las empresas, la implantación de actividades económicas de avanzada calidad tecnológica en países emergentes, la amplitud horaria en su funcionamiento de los mercados de bienes, servicios y factores y la extensión de las transacciones a la globalidad del planeta; convirtiendo el trabajo, en un factor comerciable sin necesidad de movilizar a las personas.
Y, a su vez, ha convertido el mercado de capitales financieros en un mercado abierto, escasamente regulado, imperfecto por diversas causas y capaz de prestar financiación a cualquier proyecto de inversión pública o privada o a cualquier deseo de consumo o gasto público. Algo que ahora estamos lamentando.

Estas características de los mercados financieros –global, expansiva y desregulada–, ha sido la causa de cómo ha funcionado la economía global, el origen de su crisis y está suponiendo el lastre para la salida de la misma y el principal foco de incertidumbre económica. En efecto, y en segundo lugar, si queremos comprender la razón última de la crisis, debemos focalizar nuestra atención en el desequilibrio de los flujos comerciales de los años anteriores. Países como EEUU, Reino Unido, Grecia, Portugal e incluso España, presentaban elevados déficit en sus cuentas corrientes que requerían financiación internacional. En el caso de la economía norteamericana, con un PIB superior al 25% de la producción mundial, su déficit exterior, en torno al 5% de su PIB, absorbía buena parte del ahorro internacional, obligaba a una emisión monetaria norteamericana excesiva, que ha operado a modo de reservas internacionales y, en última instancia,
reflejaba la situación de un enorme país que vivía por encima de sus posibilidades. Seguramente, por primera vez en la historia económica no colonial, un país como China, con bajo nivel de renta por habitante, ha financiado con sus ahorros a otro de elevada renta per cápita para que gastara más de lo que producía.

Y con este exceso de gasto norteamericano, se ha originado la demanda que ha hecho crecer la economía china. Por tanto, el ahorro chino, ha financiado a través de los mercados financieros el déficit exterior norteamericano, que a su vez, ha servido para tirar de la economía asiática. Indudablemente, este desequilibrio no se ha limitado a estos dos países. Junto a los citados países con déficit exterior, otros han operado como grandes vendedores, como es el caso de Alemania y Japón, y aún otros como grandes ahorradores, como es el caso de los países productores
de gas y petróleo.

Este sostenido desequilibrio, ha sido posible por unos mercados financieros que han sido capaces de canalizar un enorme flujo de capitales emitiendo una gran variedad de activos financieros
de dudosa rentabilidad, liquidez y solvencia, que han terminado minando todo el sistema financiero internacional. Como puede adivinarse, cuando queremos abordar políticas de salida de la crisis internacional actual, no es posible volver a un modelo tan desequilibrado, pero, hasta el momento, no se percibe cuál será el nuevo equilibrio, ni si será estable y sostenible en el tiempo. Y así es difícil acertar en el diseño de las políticas económicas de salida de esta gran crisis de la economía global.

La tercera característica de la actual economía está relacionada con las limitaciones institucionales de los agentes que han de marcar y facilitar el camino de salida de la crisis. Cuando analizamos las economías nacionales de los países occidentales, nos movemos entre distintos modelos de economías mixtas, con una elevada participación pública y una fuerte regulación económica, lejos de lo que podríamos considerar una economía puramente capitalista.

En efecto, en los países occidentales, los Estados intentan, con su intervención, corregir los fallos del mercado. El mercado es el mejor sistema de asignación de recursos, pero tiene fallos, que son bien conocidos, debidos a las situaciones de poder del mercado, la falta de información de los bienes, servicios o activos que se intercambian, las externalidades, el ciclo económico, la desigualdad, etc. De ahí que todos vivamos en economías mixtas y el papel de lo público en estas economías sea preponderante, en aras de corregir estos fallos del mercado.

Sin embargo, cuando consideramos la naturaleza de la economía global, ésta se mueve como una economía capitalista, sin que exista organización supraestatal alguna que pudiera corregir los
fallos del mercado global, que son muchos. De hecho, buena parte de las razones de la crisis de estos años se deben a la escasa regulación del sistema financiero internacional, lo que ha originado la proliferación de activos de los que no se tenía una información completa y, junto a las situaciones de riesgo moral y selección adversa que se han producido por parte de los gestores financieros, han originado una combinación de fallos de mercado con resultados letales.

En los tiempos presentes, no existe un Estado Global que corrija los fallos del mercado global, y todo parece aventurar que será imposible constituirlo, en la medida que en una hipotética democracia global, no hay proporción entre la población de algunos países y su poder económico, militar y tecnológico. De esta forma, y en la medida que las organizaciones internacionales precrisis se están mostrando inoperantes en el actual contexto, no se va a abordar de manera conjunta una solución global y conjunta a la crisis económica, sino que será cada país quien diseñe su modelo y habrá que esperar el nuevo equilibrio global al que se llega con unas decisiones que están siendo muy descoordinadas y que ni tan siquiera en las transacciones financieras se están alcanzando acuerdos que eviten nuevos sucesos sistémicos globales.

Finalmente, la cuarta característica de la economía global actual es el elevado componente tecnológico que rige las nuevas relaciones comerciales y sociales. No es simplemente la aparición del
espacio de Internet como el nuevo y predominante escenario de juego económico. Sino el uso de este espacio por un nuevo factor productivo esencial en el diseño de las nuevas estrategias empresariales: los sistemas de información.

Son los sistemas de información los que permiten interconectar las diferentes áreas funcionales de las empresas y consiguen, con estos flujos de información, mejorar la eficiencia de los procesos productivos. Igualmente permiten conectar directamente las empresas con los proveedores y en general los mercados de factores, consiguiendo aminorar gastos de almacén, disminuir las existencias y reducir el tiempo de los suministros.

Sin embargo, a pesar de estas relevantes mejoras que los sistemas de información pueden conseguir en relación con la eficiencia productiva, la auténtica revolución digital, ha venido marcada
por la conexión del sistema de información con los clientes. Lo cual ha permitido versionar y diferenciar bienes y servicios, con el consiguiente incremento de valor, extender la relación comercial a una prestación de servicios de mantenimiento, consulta y garantía y, al mismo tiempo, los propios sistemas de información en el espacio de Internet, se han configurado como la principal y más efectiva fuente de información del consumidor y el soporte más directo para las acciones de publicidad y marketing; alcanzando una sofisticación extrema en la manera de segmentar los mercados, influir en las decisiones de consumo, crear nuevos bienes y servicios y prestar a cada cliente un trato absolutamente individualizado como antes no era posible.

Todo ello constituye el entorno en el que los agentes empresariales deben desempeñar su función. Un entorno amplio y global, con una regulación fragmentada e incompleta, sin proyecto
económico o político común y con un carácter digital que requiere unos conocimientos tecnológicos imprescindibles para entender la nueva sociedad en la que están compitiendo las empresas.

Fragmento extraido del articulo escrito por José María O’Kean para
MEDITERRÁNEO ECONÓMICO – 21 _ Empresas y empresarios en la economía global.

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Sin tMEDITERANEO ECONOMICO 21

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