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Para intentar predecir algo no queda otra que estudiar qué ha pasado en el pasado. Y, sin duda, los medios de pago tienen mucho pasado.

El pasado de los medios de pago: sal, monedas y cheques viaje

Nos tenemos que remontar al siglo VI antes de Cristo para ver las primeras monedas acuñadas. Éstas vinieron a suplir las deficiencias del trueque o las que presentaba las mercancías moneda. Una de ellas, la sal, era la materia con la que el Imperio Romano pagaba a sus soldados. De ahí viene la palabra salario. La sal era considerada un elemento muy valioso entonces pues ayudaba a conservar los alimentos.

En un principio las monedas se elaboraban con materiales preciosos por lo que eran admitidas en otros países distintos al emisor por el valor intrínseco de su materia prima.

La expansión del comercio y la dificultad de transportar grandes cantidades de moneda forjó la aparición del papel moneda que, si bien se tiene constancia de él en China ya en el siglo VII, no es hasta el XVII cuando llega a Europa. Y un siglo más tarde llegaría a España de la mano de Carlos III.

La misma problemática del transporte de las monedas se repitió con el papel moneda. Hubo que esperar a finales del siglo XIX para acabar con este problema que se solventó con la aparición del cheque, cheque de viaje y de los giros telegráficos, germen de la actual transferencia bancaria.

Y por fin llegó la tarjeta de crédito a mediados del siglo XX. Aunque ya existían algunos comercios en EEUU que emitieron tarjetas propias exclusivamente para sus clientes, fue la compañía Diners Club la que comercializó sus tarjetas a clientes finales y el sistema de cobro a los comercios que adhería. En 1958 nació lo que hoy es Visa y Mastercard. Ese mismo año American Express emitió su primera tarjeta, un instrumento que a la larga terminaría fagocitando su famoso cheque de viaje.

Todas estas empresas pioneras se gestaron en EE.UU lo que ayudó a que pronto se extendieran las tarjetas es ese país. En cambio, en España aunque entraron en los años 60 no se empezaron a popularizar hasta los años 80.

Curiosamente, aunque la tarjeta nació como instrumento de compra en sustitución del efectivo, en España la banca la utilizó en un principio para facilitar la entrega de efectivo utilizando los cajeros automáticos. Por ejemplo, Caja Rural de Almería, hoy Cajamar, emitía sus primeras tarjetas en el primer quinquenio de los 80. Pero éstas sólo podían disponer en sus cajeros y tendrían que esperar a 1987 a poder realizar sus primeras compras en comercios.

La tarjeta, principal instrumento de pago en el presente

Hoy día, gracias a la interconexión de los sistemas de las principales marcas de tarjetas (Visa, Mastercard,…), podemos comprar prácticamente en cualquier comercio del mundo civilizado. La tarjeta es el principal instrumento de pago, con un dominio apabullante, en las compras por internet.

Si nos ceñimos a España, algunos datos que demuestran el valor de las tarjetas son:

  • La tarjeta es ya más utilizada para compras que para retirar efectivo en cajero. En 2015 representan el 54% las compras y el 46% las retiradas.
  • El RDL 8/2014 reguló las tasas de intercambio y abarató el coste interbancario de las operaciones de compras. De esta manera se ayudó a que los comercios con ventas de importes reducidos pudieran acceder al sistema.
  • La tecnología Contactless permite reducir sensiblemente el tiempo de la operación lo que convierte a la tarjeta en un medio ideal de pago en taquillas, autobuses, metro, etc.
  • La gran mayoría de TPVs de nuestros comercios están dotados de la posibilidad de admitir pagos con móvil que dispongan tecnología NFC.
  • El grado de avance tecnológico de nuestra banca, y de nuestros procesadores de medios de pago, se encuentra al mismo nivel que los demás países occidentales. Por una vez no vamos a remolque en el asunto que nos compete.

Con todo esto no sería difícil predecir que el efectivo tiene los días contados. De hecho, países como Dinamarca ya lo anuncian.

Todos los comerciantes y empresarios saben de lo costoso de manejar el efectivo y del riesgo de robo o falsificación. Además sin efectivo se acabaría con el dinero negro y no tendríamos que pagar los impuestos que otros no pagan. Aunque también hay voces discordantes con este hecho que denuncian el control que se puede ejercer sobre el ciudadano al tener fiscalizadas todas sus compras.

Un futuro sin efectivo

Pero cuando todo apuntaba a que la tarjeta, tal y como hoy la conocemos, acabaría con el efectivo, aparecen nuevos “jugadores” que quieren reemplazar a la tarjeta y terminar el trabajo que ésta posiblemente no llegue a completar.

Hablamos del pago móvil, hoy soportado en un smartphone con sus apps y tecnologías inalámbricas. En principio, parece que se podrían eliminar las tarjetas físicas (plásticos) y ser reemplazadas por virtuales que se llevarían en una cartera digital en el móvil. De esta manera la banca pudiera seguir con su modelo de negocio “vendiendo” tarjetas (prepago, débito, crédito al contado o revolving,…) pero sin emisión del plástico.

Y las marcas (Visa o Mastercard) respirarían tranquilas. Pero nada está dicho. Empresas como Google, Apple, Samsung o Facebook tienen capacidades para desbancar a los intervinientes actuales en los medios de pago. Además no paran de aparecer Fintech aportando innovación. Alguna de ellas ya ha terminado comprada por alguna de estas marcas o por entidades financieras.

Sólo el tiempo nos sacará de dudas. Pero todo apunta a que la generación millennials será la encargada de hacer desaparecer el dinero contante y sonante.

Miguel Ángel Domínguez Maldonado

Director de Sistemas y Operaciones de Cajamar