El olivar es el cultivo arbóreo más representativo en nuestro país, con 2,55 millones de hectáreas. Se encuentra presente en todo el territorio nacional, si bien en Andalucía se concentra el 62 % de la superficie total.
El valor de la producción nacional, tanto de aceitunas como de aceite de oliva, en 2017 alcanzó la cifra de 4.879 millones de euros, valor superior a la media de los cinco años anteriores que fue de 3.335 millones de euros. En 2018 se ha producido un descenso importante del precio y en menor medida de la producción, siendo la estimación del valor de la producción un 9,74 % inferior a la del año anterior.
Transformación del olivar
Los buenos precios del aceite de oliva durante los últimos años han propiciado un importante crecimiento en la superficie dedicada a olivar, plantándose durante las últimas cinco campañas 47.850 hectáreas. Lógicamente Andalucía lidera dicho crecimiento, pero cabe destacar el comportamiento de las otras tres regiones más significativas (Castilla-La Mancha, Extremadura y Cataluña), donde se ha producido un descenso de la superficie cultivada en régimen de secano y se ha experimentado un considerable incremento en el olivar de regadío.
A pesar de que el 77 % de la superficie de olivar se corresponde con explotaciones en secano, lo cierto es que la tendencia en la última década se orienta hacia un crecimiento de las explotaciones con riego, pasando de un 17 % al 23 % que ocupan en la actualidad.
En lo que respecta a explotaciones tradicionales de secano formadas por olivos de varios “pies”, donde no existe la posibilidad de regadío, la transformación está consistiendo en dejar únicamente un “pie” con objeto de reducir el gasto de recolección, ya que es la labor de cultivo de mayor coste.
En las zonas con posibilidad de regadío, durante los últimos años se está observando una tendencia encaminada hacia sistemas intensivos y superintensivos. Así se está consiguiendo una rápida entrada en producción, un importante incremento en la productividad de la explotación, y una reducción de los costes, debido principalmente a la mecanización de las distintas tareas.
Un sistema productivo sostenible
Durante los últimos años, debido a los problemas de degradación y pérdida de suelo, dependiendo de la orografía del terreno, se están aplicando técnicas de manejo más sostenibles entre las que destacan principalmente las cubiertas vegetales (sembradas o espontáneas), el laboreo mínimo, y el no laboreo.
El olivar de regadío es uno de los cultivos arbóreos con menores necesidades hídricas. Además, con ayuda de los modernos sistemas de riego se está contribuyendo a un uso más eficiente del agua, repercutiendo así en un menor consumo.
El proceso de modernización que está llevando a cabo la industria del olivar hace que se puedan obtener grandes cantidades de subproductos, que pueden ser empleados en distintos ámbitos asociados a la sostenibilidad de los cultivos y a las energías renovables.
El alperujo que se obtiene en el proceso de elaboración del aceite, una vez tratado, se utiliza como combustible para la producción de energía eléctrica en procesos de cogeneración.
Los huesos de aceituna, debido a su poder calorífico, son aplicados como biomasa para distintos sistemas de calefacción.
Los restos de poda triturada, las hojas procedentes del sistema de limpieza del fruto, y el alperujo son utilizados para la elaboración de compost que será aportado al suelo como abono al ser una fuente de materia orgánica.
España, líder mundial en producir “oro verde”
España es el principal productor mundial de aceite de oliva. En la campaña 2017/18 se produjeron 1,26 millones de toneladas, representando el 38 % del total.
La apuesta por la calidad cada vez es más clara, así en la última década el aceite de oliva virgen extra ha pasado de representar el 49 % en la campaña 2007/08 a significar el 59 % en la última campaña 2017/18.
En la última campaña 2017/18 se han producido importantes descensos en la exportación a dos de nuestros principales destinos, como son Italia y EE.UU. Los principales incrementos han sido hacia países que pese a no ser grandes consumidores están experimentando crecimientos destacados, como son Brasil, Australia, China y Rusia.
Para ganar en competitividad, en los últimos años se está acentuando la estrategia de concentración entre los grandes grupos nacionales exportadores de aceite de oliva envasado, sumando los diez principales más de 320 millones de litros anuales.
Los precios marcan el consumo
Los principales países consumidores se ubican en la cuenca mediterránea, destacando principalmente Italia, España, Turquía, Grecia, Marruecos y Francia. El único importante consumidor alejado del arco mediterráneoes EE.UU, que pese a tener una insignificante producción representa el 10 % del consumo total.
A escala mundial el aceite de oliva representa una mínima parte del aceite total consumido, donde predominan los de palma, soja, colza y girasol. Pero en España la tendencia es totalmente distinta, donde el de oliva es el más consumido con diferencia. De hecho somos, tras Italia, el segundo consumidor mundial de este producto.
En el año 2017, los elevados precios propiciaron que la facturación de aceite de oliva se incrementase en un 1,3 % respecto al año anterior. Sin embargo, el consumo per cápitanacional descendió respecto a años anteriores situándose en una cuota del 63,9 %. Esto propició que el consumo de aceite de girasol ascendiera hasta el 31,9 %, mientras que en años anteriores representaba solo el 25 % aproximadamente.
En la actualidad, desde diversos ámbitos se están haciendo campañas publicitarias para tratar de fomentar el consumo de aceite de aceite de oliva virgen extra. Son cuantiosos los estudios que avalan sus beneficios para la salud, siendo importante que el público más joven se conciencie para mejorar, en la medida de lo posible, sus hábitos alimentarios.