Cajamar, como entidad de naturaleza cooperativa, tiene entre sus objetivos el fomento de la economía social y el desarrollo de las zonas en las que opera, actuando de pulmón financiero de los diversos agentes económicos.
La actividad agraria se ha transformado radicalmente en los últimos tiempos pasando de lo rural a lo agroalimentario, de la producción a la industria alimentaria. Este hecho obliga al agricultor tradicional a dar el paso a empresario agrícola para ser competitivo en un mundo
globalizado, donde la producción está cada vez más deslocalizada y en el que se ha producido una gran concentración de clientes y proveedores. Por lo que, hoy más que nunca, cualquier empresa tiene que ser eficiente, y eso implica economías de escala que pasan necesariamente por un mejor dimensionamiento.
Esta circunstancia tiene especial relevancia en el sector de los suministros agrícolas, debido a la gran concentración del mercado de los fitosanitarios durante los dos últimos años. La concentración de las empresas productoras de fertilizantes, sin embargo, está siendo algo más
ordenada, aunque también se han producido procesos de fusiones entre los principales operadores durante los dos últimos años.
Gran concentración del mercado
En España el sector cooperativo de suministros representa 12,8 % de la facturación agroalimentaria de este tipo de empresa, aproximadamente unos 3.400 millones de euros, y presenta un elevado grado de atomización (cerca de 1.800 cooperativas), con una facturación media de 2,1 millones de euros. No obstante se observa una concentración entre los operadores de mayor tamaño (top 10), que alcanzan una facturación media de 75 millones de euros, según los datos del Observatorio del Cooperativismo elaborado por Cooperativas Agro-alimentarias de España.
El cooperativismo agroalimentario europeo presenta grandes diferencias por países y sectores. No obstante, encuentra su máximo desarrollo en países como Finlandia, Dinamarca o Irlanda donde las cuotas de mercado superan el 90 % en los sectores en los que operan. Recientemente, esta asimetría geográfica ha sido objeto de estudio debido a que existe una gran concentración empresarial en las cooperativas del norte y en las del sur se da una gran atomización.
Así, en un estudio publicado por Cajamar y elaborado por miembros del Centro de Investigación en Gestión de Empresas (CEGEA) y la Cátedra Cajamar de Economía Social con la Universitat Politècnica de València, se realiza un análisis de conglomerados o clústers de las
principales empresas agroalimentarias del sector. En dicho estudio de casos de éxito se profundiza en las diferentes estrategias de crecimiento que han llevado a cabo, la motivación, las principales dificultades que han encontrado, así como las ventajas obtenidas.
Las principales conclusiones que se extraen del documento es que estas organizaciones empresariales son muy estrictas en su organización interna, con una fuerte exigencia del compromiso social y regulación pormenorizada de su actividad. Asimismo se imponen sanciones por incumplimiento.
Sin embargo, presentan una gran flexibilidad en términos económicos, ya que se someten a normas mercantiles manteniendo su identidad cooperativa. Carecen de restricciones a la hora de participar en otras sociedades, independientemente del tipo de sociedad, lo que les
permite realizar fusiones eficientes bajo el régimen mercantil.
La flexibilidad de las cooperativas europeas
Todas las empresas analizadas coinciden con la necesidad de ganar tamaño como elemento de competitividad, aunque es difícil estimar cuál es la dimensión más adecuada. En estas cooperativas no existe un modelo único de crecimiento, siendo la internacionalización un
elemento común en todas ellas.
El apoyo institucional en este proceso es reducido, centrándose en el desarrollo de estrategias competitivas y procesos industriales. Es decir, lo que realmente se apoya es la creación de valor y eficiencia.
Finalmente, la permanente conexión al mercado y la diversificación como factor estratégico son una constante en estas cooperativas, así como la representatividad e importancia de la inversión en I+D+i. Lo que les dota de una gran agilidad para adaptarse a los cambios que están teniendo lugar en la demanda.
Todo lo expuesto anteriormente nos lleva a la reflexión sobre nuestras estructuras cooperativas en España (cerca de 4.000 agroalimentarias), de transformar una orientación tradicional al socio en otra orientada a los condicionantes del mercado, con el objetivo de ganar poder de negociación en la cadena alimentaria, lograr una mayor eficiencia en los procesos e incrementar el valor añadido de los productos.
Innovación y desarrollo tecnológico para adaptarse al futuro
Una mayor dimensión está relacionada normalmente con mejores condiciones de acceso a la financiación y a los proyectos de I+D, cada vez más importantes en el sector agroalimentario; con mayores posibilidades de internacionalización y en suma, con una mayor facilidad para la
captación y mantenimiento de las ventajas competitivas.
Hay que destacar la necesidad de promover la flexibilidad en la toma de decisiones para una cada vez mayor visualización global de la producción y comercialización en nuestras empresas, que nos permita mantenernos en el mercado actual tan complejo y cambiante.
Parece indiscutible, por tanto, que la dimensión es una herramienta de competitividad frente a unos proveedores y clientes cada vez más concentrados y eficientes en su negocio, pero también lo es que el crecimiento ha de desarrollarse de una forma ordenada para que el
efecto resultante no sea una suma de problemas sino un paso sólido hacia el futuro.