En el año 2013, desde el Área de Innovación agroalimentaria de Cajamar iniciamos una intensa labor de apoyo al sector agrario en la Comunitat Valenciana.
A través de proyectos de investigación, de jornadas de transferencia, de cursos de formación para jóvenes y cooperativas y de numerosas reuniones de trabajo, hemos intentado buscar y proponer acciones que ayuden a mejorar la situación de los agricultores y de las empresas valencianas.
En algunos casos hemos conseguido avances prometedores. Pero en otros nos hemos encontrado, con cierta frecuencia, una visión negativa y poco esperanzadora de cara al futuro.
Las nuevas reglas del juego
Durante todo este tiempo hemos oído hablar con bastante frecuencia de crisis, especialmente en la citricultura. Algo difícil de comprender en un contexto en el que la demanda de alimentos es cada vez mayor y en una sociedad preocupada por la salud, aspecto en el que los cítricos tienen unos atributos especialmente interesantes.
Además, durante este tiempo hemos podido comprobar cómo algunos de los agentes que trabajan en el sector seguían confiando en su futuro, abordando ambiciosos proyectos de modernización y ampliación de las superficies productivas.
Esta realidad nos hace pensar que la crisis no está en la producción y comercialización de naranjas y mandarinas, sino en determinadas estructuras organizativas que fueron muy dinámicas y competitivas pero que no han asumido los cambios que la nueva realidad exige. Esta situación afecta principalmente a las cooperativas valencianas. Un modelo que permitió generar y distribuir la riqueza entre muchos pequeños agricultores, y que fueron el motor de desarrollo económico de muchos territorios, pero que se ha ido sumiendo en una progresiva depresión.
La situación de todas las cooperativas no es la misma. Algunas han encontrado una válvula de escape gracias a la producción de nuevas especies, que han alcanzado altas cotizaciones en los mercados, pero una amplia mayoría sigue un proceso de pérdida continuada de producción y de rentabilidad que presiona a la baja las liquidaciones que reciben sus socios.
Benaguacil y Coopego, pioneros
En Cajamar somos conscientes que la única forma de revertir esta tendencia es asumiendo riesgos e innovando. Por ello, cuando desde la Cooperativa de Benaguacil nos plantearon su proyecto, con el que pretendían recuperar parte de las tierras abandonadas por los socios, modernizarlas, generar economías de escala e, incluso, adquirir nuevas fincas que les permitiera mantener o incrementar el volumen de producción de la sociedad, nos pareció que se trataba de una iniciativa valiente e interesante que podía alumbrar soluciones a la tan comentada ‘crisis’. Desde el primer momento les dijimos que podían contar con nosotros.
Pero al viaje se unió otra institución cuya aportación está siendo vital. La Universitat Politècnica de València está demostrando el poder que tiene la universidad española para contribuir al progreso de la sociedad. Gracias al compromiso personal de todos los expertos de la UPV que están colaborando en la iniciativa se ha conseguido avanzar y alcanzar un elevado nivel de éxito. La aportación metodológica que ha realizado y la capacidad de dinamizar y de generar ilusión, por parte de las personas más directamente implicadas, han sido claves para crear un equipo de trabajo con los profesionales de la cooperativa que ha ido superando las dificultades que han aparecido en el camino.
Estamos solo en el inicio. Nos queda todavía mucho por recorrer. Pero creemos que partimos sobre unas bases sólidas.
El proyecto de Benaguacil es solo una de las opciones posibles. Hay otras cooperativas que está explorando nuevas fórmulas para crecer. De entre ellas la Cooperativa de Pego. Con una metodología de trabajo similar, de integrar y compartir esfuerzos entre distintas entidades que estamos preocupadas por el futuro de nuestra agricultura, de nuestros agricultores y de nuestras cooperativas, podremos ir diseñando nuevas formas de organización.
Recuperando futuro
La mejora de la competitividad no solo depende de nuestra capacidad de innovación tecnológica, también de que seamos capaces de incorporar innovaciones sociales. Y las cooperativas necesitan adaptarse a un siglo XXI en el que los cambios se producen a velocidad de vértigo.
Como una pequeña muestra del trabajo que ya hemos realizado se ha editado un pequeño documental, en el que se exponen muy sintéticamente las inquietudes y las expectativas de los protagonistas de estos proyectos, y que presentaremos al público el próximo jueves 22 en Vilamarxant.
Lo mejor de todo son las imágenes que recogen la ilusión de las personas que forman parte de las cooperativas y que reflejan en sus ojos, sus sonrisas y sus palabras la confianza que la iniciativa les ha generado de cara al futuro.
¡Seguimos avanzando!