Teatro y Democracia van de la mano. No es tan solo una mera coincidencia que la cultura que desarrolló la democracia como forma de organización política también inventara el teatro. No se entiende la libertad de pensar con la libertad de expresarse. Y el teatro, como arte y máquina para contar las historias que atañen al ser humano y a la vida humana, no pueden desarrollarse si no está inmerso en un magma de libertad, como cuna de la democracia que fue Grecia.
El Instituto Internacional del Teatro instauró el 27 de marzo como Día Mundial del Teatro en 1961. En su primera celebración en 1962 fue el poeta, dramaturgo y cineasta francés Jean Cocteau quien había sido elegido miembro de la Academia francesa y miembro honorario del Instituto Nacional de Artes y de Letras de Nueva York, quien pronunció el famoso Mensaje Internacional del Día Mundial del Teatro.
De la tragedia griega al teatro medieval
Vayamos ahora al origen. Las primeras historias que necesitaron ser contadas fueron aquellas relacionadas con los dioses. Por eso, el teatro nació en Atenas entre los siglos V y VI a.C. al calor de las primitivas ceremonias rituales de honor a los dioses del vino, la familia o el fuego. Pronto evolucionó la disciplina artística y sus contenidos.
El teatro griego evolucionó de antiguos rituales religiosos y se añadió la palabra, surgiendo la tragedia. Más adelante apareció la comedia, con un primer componente de sátira y crítica política y social, derivando, posteriormente, a temas costumbristas y personajes arquetípicos. Apareció entonces también la mímica y la farsa.
Fue Sófocles con sus tragedias quien marcó las historias que han navegado por los siglos y llegado vivas hasta nosotros. No hay mejor ejemplo que su obra cumbre, Edipo Rey. Detengámonos en la historia que contó y que ha llegado fresca hasta el siglo XXI: Merece la pena: «La obra nos presenta a Edipo en su momento de mayor esplendor, como rey de Tebas y esposo de Yocasta. Para salvar a la ciudad comienza a investigar la muerte del rey anterior: Layo. Poco a poco se descubre la verdad: Edipo es el asesino que busca. Layo era su padre. Y su esposa: Yocasta, es al mismo tiempo, su madre. Yocasta se suicida y Edipo, tras cegarse a sí mismo, pide a su cuñado Creonte que le deje partir al destierro y se quede con sus dos hijas, ya que sus dos hijos son hombres y sabrán cómo actuar«.
Pronto Roma sustituyó a Grecia, donde se introdujo la narración de una historia de forma convencional como hasta ahora, lo que fue desarrollado durante el teatro medieval para destacar los temas litúrgicos y religiosos. El primer texto que se conserva es el Regularis Concordia, de San Ethelwold de Winchester, que explica la representación de la obra Quem quaeritis?, diálogo extraído del Evangelio entre varios clérigos y un ángel.
Shakespeare, el gran contador de historias
El Renacimiento trae luz a las historias. Al colocar al ser humano en vez de a Dios como centro del universo se busca reflejar las cosas tal como son. Se buscaba la recuperación de la realidad en las tres unidades:
- Acción.
- Espacio.
- Tiempo.
William Shakespeare escribe entonces Romeo y Julieta en 1597, Hamlet en 1603, Otelo, el mismo año y Macbeth, en 1606. Fija con sus historias para siempre los cánones universales del amor romántico y del amor trágico, el poder, las relaciones de poder, la traición y los celos. Porque, por ejemplo, los celos son hoy lo que escribió de Otelo el Shakespeare dramaturgo de entonces. Y así, con todos y cada uno del resto de conceptos.
En España el teatro era el corral de comedias y destacaron Tirso de Molina, y, principalmente, Lope de Vega (El perro del hortelano, 1615; Fuenteovejuna, 1618) y Pedro Calderón de la Barca (La vida es sueño, 1636; El alcalde de Zalamea, 1651).
En el siglo XVIII el teatro siguió modelos anteriores, contando como principal innovación la reforma que efectuó Carlo Goldoni de la comedia, que abandonó la vulgaridad y se inspiró en costumbres y personajes de la vida real. También se desarrolló el drama, situado entre la tragedia y la comedia.
Por su parte, en Japón surgió la modalidad del kabuki, que sintetizó las antiguas tradiciones tanto musicales e interpretativas como de mímica y danza, con temáticas desde las más mundanas hasta las más místicas.
En siglo XIX, como en el resto de la literatura romántica, destaca por el sentimentalismo. Y, para terminar, con el teatro realista nació el teatro moderno, pues sentó las bases del que sería el teatro del siglo XX. Se puso énfasis en el naturalismo y la descripción minuciosa de la realidad.