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Los fenómenos meteorológicos inquietan a todas las personas. Los huracanes, los ciclones, los tifones, todos ellos, traen malos augurios y penurias. Pero no son todos iguales. Aprendamos a diferenciar cada uno de ellos y a saber cómo se eligen los nombres de las borrascas, huracanes, ciclones y tifones. 

La mítica National Geographic es una buena fuente de información. Según la prestigiosa asociación estadounidense, tanto los huracanes como los tornados, los ciclones y los tifones son el mismo fenómeno meteorológico. Lo único que variará será el lugar en donde ocurra cada uno. Así, en el Atlántico norte y el Pacífico, las tormentas se llaman huracanes, en honor al dios del Caribe del mal, llamado Hurrican.

Pero si sucede en el Océano Índico sureste y suroeste del Pacífico, se llaman ciclones. Hay más variantes. En el Océano Índico suroccidental, son sólo ciclones tropicales. El tifón es el ciclón tropical acompañado de lluvias torrenciales que se origina en el Índico y en el mar del Japón.

Se bautizan para poder enviar mensajes de alerta rápidos

La Organización Meteorológica Mundial (OMM) es la responsable de las listas con nombres adecuados para cada fenómeno en cuestión. Las listas de nombres son rotativas, pero si alguno es especialmente destructor y causa numerosas víctimas mortales o provoca pérdidas especialmente cuantiosas, su nombre se retira y se sustituye por otro.  

Hay varias reglas. Por ejemplo, la asignación de nombres se realiza por orden alfabético. También, se alternan nombres femeninos y masculinos. Otra norma es que son los propios Servicios Meteorológicos e Hidrológicos Nacionales (SMHN) de los miembros de la Organización Meteorológica Mundial de la zona afectada quienes proponen una lista de nombres.

La razón de bautizar los ciclones tropicales obedece a la necesidad de conocer de forma rápida estos fenómenos en los mensajes de alerta. Lógicamente, estos nombres son mucho más fáciles de recordar que los números y términos técnicos

Además, también es un factor positivo para la población. Bautizar las tormentas facilita la labor de los medios de comunicación a la hora de informar sobre los ciclones tropicales, incrementa el interés que suscitan los correspondientes avisos y potencia la preparación de la comunidad ante esos fenómenos.

Al principio, la asignación de nombres era arbitraria. A modo de ejemplo, cabe citar el huracán Antje: esa tormenta formada en el Atlántico se bautizó de ese modo porque arrancó el mástil de una embarcación que tenía el mismo nombre. 

Posteriormente, a fin de conseguir un sistema de denominación más organizado y eficiente, los meteorólogos decidieron bautizar las tormentas con los nombres de una lista ordenada alfabéticamente. Así pues, una tormenta cuyo nombre empiece por A, como Anne, sería la primera del año. 

En las primeras listas solo tenían cabida los nombres de mujer. En 1979, empezaron a usarse nombres masculinos, en alternancia con nombres femeninos. Si quieres conocer los nombres, aquí está la lista completa.

 

 

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