Pum
chi-pum…chi-pum… chi-pum…chi-pum… chi-pum…chi-pum… chi-chi-pum…chi-pum
¡Ahí la tenemos! La base rítmica del 50% de la música que puedes encontrar en el Top40 de los últimos 5 años. Ya sea porque tu amiga que tiene mucha prisa y «… le gusta la gasolina» o porque no tiene ninguna y va «…despacito», tanto su forma de bailar como su intensísimo deseo hacia «su hombre» (o, al menos, eso dice él) han transformado su vida en este último lustro.
Vaya por delante mi más absoluto desinterés por este género musical frente a mi ferviente devoción por todo lo digital. Lo curioso es que esta contradicción personal refleja de forma evidente cómo las sociedades humanas, en general, y las occidentalizadas en particular, han aprendido a afrontar ideas nuevas para acabar incorporándolas en la sociedad como parte de sus costumbres, como un estándar de-facto en la forma de comportarse y relacionarse.
No soy antropólogo ni sociólogo, por lo que no voy a intentar dar la explicación científica a este hecho (ni lo voy a buscar en Wikipedia para pegarlo y quedar como el más culto del blog), pero sí que me interesa mucho poner frente a frente cosas que, aparentemente, no tienen nada que ver y encontrar un hilo que las une (desde mi punto de vista, claro).
Un concepto nuevo, en nuestro caso Transformación Digital (léase con voz profunda y reverberación), no llega el primer día y se convierte directamente en la tendencia a seguir. A mi entender hay un proceso que, de forma general, guía esta transición. Podríamos pintarlo, de forma muy simple y resumida, de esta manera:
Deben darse las circunstancias adecuadas, el caldo de cultivo. Igual que la sopa primigenia y alguna descarga eléctrica que otra fueron necesarias para la aparición de los primeros aminoácidos, hace unos años la música latinoamericana comenzó a introducirse a base de estilos más «asumibles», como la bachata, y fue adaptando nuestros cerebros para lo que luego llegaría. De hecho, no creo que el DJ con Autotune de turno hubiese tenido mucho éxito en la «sopa primigenia» de los años 80 al lado de Alaska y Radio Futura.
De la misma manera, la idea radical de que todo lo haga desde un dispositivo móvil sentado en mi sofá, andando por la calle o esperando mi turno en el médico, ha necesitado tanto de una madurez en la tecnología como de un grupo demográfico suficiente que lo haya incorporado a su «forma de ser». Tendencias.
Enumero las que me parecen principales, pero no son las únicas:
- La Crisis Financiera del 2008: qué decir que no se haya dicho ya… pues eso.
- La digitalización: este proceso es casi antiguo, sobre todo en las entidades
financieras, dado que fue uno de los elementos más importantes para mejorar
procesos y reducir costes, sobre todo con el advenimiento de la mencionada crisis.
Muchos ejemplos: escaneo de documentación para evitar manejo de papel físico,
firma digitalizada a través de tabletas, etc… - La movilidad: poco a poco las redes de datos móviles empiezan a dar más
velocidad, vaya donde vaya tengo WiFi, … es decir, siempre tengo conexión para
poder usar en esos dispositivos que han ido evolucionando desde ladrillos a piezas
de excelso diseño y coste prohibitivo sin los que la vida sería vacía, insulsa e
incluso, si me lo permitís, REAL. - Los milenials: benditas generaciones que nacieron con el smartphone y la tableta
en sus deditos regordetes, intentando “pinchar” sobre las fotos de una revista para ver
si funciona el vídeo o hacer zoom.
Así que ya tenemos el primer factor necesario: la coyuntura adecuada. De hecho, la Crisis es tanto coyuntura como Detonante. Vamos al siguiente: la IDEEEEEA. Las ideas geniales, si bien suelen ser disruptivas por el hecho de plantear otra forma de hacer las cosas, de ver el mundo, de estructurar la música, de definir cómo acceder a tus datos… no nacen de la nada, sino que son consecuencia de muchas otras ya implantadas, de un hecho/factor detonante y de un «iluminado» (no tiene que ser una única persona necesariamente) que es capaz de meter todo eso en un vaso, agitarlo y servirte el margarita perfecto.
En el caso musical, alguien comenzó a recoger tendencias y usó base rítmica concreta con una melodía simple y pegadiza, adaptó el rap a un rap cantado (adecuándose a esa melodía) y, la guinda del pastel, adaptó un baile de procedencia alienígena al que se bautizó como “perreo”. Algún crítico musical (EL GENIOOOOOO) juntó todo esto mientras sonaba de fondo Bob Marley y … ¡tachán!. Nació el reaggeton.
En el caso de la tendencia tecnológica, ya se encargan las grandes consultoras de, periódicamente, emitir informes que hacen ese trabajo, acuñando en ellos la mayoría de términos que, tarde o temprano, acabamos utilizando. Y así, en aras de relanzar un sector tecnológico “encogido” por un entorno socioeconómico adverso, plantean las iniciativas tecnológicas que ahorrarán costes y mejorarán la capacidad de relacionarse con los clientes, ciudadanos, empleados, … La digitalización es el perreo, es el baile que nos embriaga y nos permite, por primera vez en mucho tiempo, por ejemplo, conocer de verdad cuán efectivos somos en un montón de procesos que antes eran “analógicos”. Nuevamente, ¡tachán!. Ha nacido la Transformación Digital.
Y así, sin darnos cuenta, pasan 4 o 5 años y algo puntual pasa a convertirse en la tendencia principal, en el 50% del Top40, invadiendo poco a poco todas las culturas del planeta. Ya pasa a ser de una idea (o conjunto de ideas) adaptada a una adoptada. A partir de aquí, la sociedad pasa a reorganizarse para incluir la nueva tendencia como parte de su ser. Y así, por muy resistente que creas y/o quieras ser, acabarás tarareando “Despacito” (me encanta el vídeo de los italianos parodiando esta situación); por mucho que te guste ir a pagar el recibo de la luz a la oficina, te gustará mucho más pagarlo desde una App de tu móvil iniciando sesión con tu cara o tu huella.
Hoy en día, en muchos, muchos lugares del mundo y para un grupo de población cada vez mayor, el reaggeton y la Transformación Digital son parte de su vida diaria, son una costumbre.
Por mi parte, abracé la segunda desde el principio por principios y con el primero tengo que lidiar quiera o no quiera (y reconozco que en alguna boda acabé bailando la sonata de Luis Fonsi como el que más).