El pistacho es uno de los cultivos de moda en España. En los últimos cinco años la superficie ha experimentado un crecimiento del 175 %, siendo Castilla-La Mancha la comunidad que aglutina más del 80 %. Pese a ser un cultivo que se adapta perfectamente a condiciones de secano, lo cierto es que las plantaciones en régimen de regadío, aunque actualmente solo representan el 42 %, están creciendo considerablemente gracias a las expectativas que generan sus elevados rendimientos.
El pistacho en el mundo
Los grandes productores son EEUU, Irán y Turquía, que abarcan cerca del 90% del total de la oferta, mientras que el 60 % del consumo se concentra por este orden, en Turquía, EEUU, y China.
Turquía prácticamente consume todo lo que produce, siendo los principales países exportadores EEUU e Irán. Por otro lado de la balanza comercial, el país cuyas importaciones han crecido más durante los últimos seis años ha sido India, más del 140 %, pero aún está alejado de China y la Unión Europea, que son los demandantes globales de este fruto.
Una inversión a largo plazo
A diferencia de otras especies frutales, se trata de un cultivo con lenta entrada en producción. La máxima productividad se puede alcanzar a partir del octavo año desde su plantación, un plazo demasiado amplio, que en otros tiempos ha desincentivado a productores e inversores.
Sin embargo, la estabilidad de los precios registrada en los últimos años y los bajos costes anuales de explotación, han hecho que se recobre el interés por este cultivo en ciertas zonas semiáridas de nuestro país. Además, el pistacho ecológico tiene una demanda creciente, por lo que se está posicionando como una apuesta firme para una agricultura sostenible y respetuosa con el medio ambiente.
De importador neto a alternativa comercial
La producción en España tan solo representa el 32 % del consumo nacional, lo que pone de manifiesto nuestra vocación importadora. En 2017 el valor de las importaciones rondó los 87 millones de euros, mientras que nuestras exportaciones apenas rozaron los 10, y estuvieron dirigidas principalmente a países de la Unión Europea, concretamente Italia, Francia y Alemania.
El déficit de oferta española es evidente, aunque se prevé que las nuevas plantaciones ayuden a minorar importaciones futuras, satisfaciendo así la elevada demanda y contribuyendo a la dinamización económica de algunas zonas de interior en las que se está implantando el cultivo.
En todo caso, de cara al futuro inmediato hay que tener en cuenta que, al tratarse de un cultivo con lenta entrada en producción, gana más importancia aún la colaboración entre agentes productores, técnicos, y empresas de comercialización para poder planificar y optimizar el desarrollo del sector.