¿Barça o Real Madrid? ¿París o Londres? ¿Solomillo o merluza? Dicotomías. Siempre parejas antagónicas, autoexcluyentes que nos adentran en dilemas de todos conocidos. Además de los anteriores que se refieren al deporte rey que es el fútbol, los viajes o la gastronomía, queda la pareja por excelencia, la que marcará las merecidas vacaciones de este año: ¿Playa o montaña? Difícil cuestión.
Quizá resolvamos el enigma buceando en la literatura, trepando por las obras magnas del siglo XX, que nos acercan a las playas y nos subirán a las montañas. Y, ya en estos puntos, podremos decidir mejor.
La esencia de unas vacaciones a la orilla del mar
Empezaremos por las primeras frases del primer capítulo de ‘Suave es la noche’ (1934), (en inglés, Tender Is the Night) es una novela del escritor estadounidense F. Scott Fitzgerald, hiperconocido por su obra El gran Gatsby, que protagonizara en la gran pantalla un inconmensurable Robert Redford:
“En la apacible costa de la Riviera francesa, a mitad de camino aproximadamente entre Marsella y la frontera con Italia, se alza orgulloso un gran hotel de color rosado. Unas amables palmeras refrescan su fachada ruborosa y ante él se extiende una playa corta y deslumbrante. Últimamente se ha convertido en lugar de veraneo de gente distinguida y de buen tono, pero hace una década se quedaba casi desierto una vez que su clientela inglesa regresaba al norte al llegar abril. Hoy día se amontonan los chalés en los alrededores, pero en la época en que comienza esta historia sólo se podían ver las cúpulas de una docena de villas vetustas pudriéndose como nenúfares entre los frondosos pinares que se extienden desde el Hôtel des Étrangers, propiedad de Gausse, hasta Cannes, a ocho kilómetros de distancia.
El hotel y la brillante alfombra tostada que era su playa formaban un todo. Al amanecer, la imagen lejana de Cannes, el rosa y el crema de las viejas fortificaciones y los Alpes púrpuras lindantes con Italia se reflejaban en el agua tremulosos entre los rizos y anillos que enviaban hacia la superficie las plantas marinas en las zonas claras de poca profundidad. Antes de las ocho bajó a la playa un hombre envuelto en un albornoz azul y, tras largos preliminares dándose aplicaciones del agua helada y emitiendo una serie de gruñidos y jadeos, avanzó torpemente en el mar durante un minuto. Cuando se fue, la playa y la ensenada quedaron en calma por una hora. Unos barcos mercantes se arrastraban por el horizonte con rumbo oeste, se oía gritar a los ayudantes de camarero en el patio del hotel, y el rocío se secaba en los pinos. Una hora más tarde, empezaron a sonar las bocinas de los automóviles que bajaban por la tortuosa carretera que va a lo largo de la cordillera inferior de los Maures, que separa el litoral de la auténtica Francia provenzal”.
En dos párrafos, queda resumida la esencia de la opción de unas vacaciones playeras: baños de mar, reflejos en la orilla, las olas, la brisa, y el perfil de la costa, así como la urbanización compañera de chalets y hoteles.
Razones para elegir vacaciones de montaña
Veamos que nos depara la segunda opción ahora, para lo que nos dejaremos mecer por las páginas de La Montaña Mágica, (Der Zauberberg, en el original alemán) es una novela de Thomas Mann que se publicó en 1924, tan solo diez años antes que la primera novela que hemos citado en el articulo.
Aquí encontramos el poder sugerente de la montaña y todas las razones para optar por unas vacaciones serranas, con la magnitud y majestuosidad de las cordilleras, los largos paseos y, para empatar con la saludable brisa marina y sus baños de mar y sal, el todo poderoso aire fresco y limpio y sano de las montañas:
“Es la historia de un encantamiento, la modernización del viejo mito de las sirenas. El protagonista, Hans Castorp, planea una breve vacación en el sanatorio donde su primo intenta curar la tuberculosis con la beneficiosa influencia del aire de la montaña. Pero una vez en el sanatorio actúa sobre Castorp una suerte de hechizo”.
Mar y Montaña, Riviera francesa para leer a Scott Fitzgerald y su Suave es la noche o subir a los Alpes y llegar a Davos para dejarse mecer por la montaña mágica. Ahora, cambia la Riviera francesa por las playas de Cádiz y termina en Conil. O sube a los Pirineos en vez de a los Alpes y disfruta de Jaca y su entorno natural. ¿Ya tienes decidido dónde pasarás tus vacaciones?
Sea cual sea tu elección esperamos que te diviertas y te recordamos que tienes a tu disposición nuestra maquina de credirealidad para lo que necesites.