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El INE publica con una periodicidad anual la Encuesta sobre Innovación en las Empresas (PITEC). La última entrega hace referencia al año 2020 y en ella podemos encontrar un desglose de la información por sectores de actividad a un nivel de detalle que permite diferenciar agricultura, ganadería, pesca y silvicultura (en adelante AGPS) e industria de los alimentos, bebidas y tabaco (IABT). Utilizando las tablas referidas a ambas ramas y a la suma de las mismas (lo que denominamos «sector agroalimentario») se pueden obtener algunas conclusiones relacionadas con la innovación en el conjunto del sector agroalimentario y en sus dos componentes.

En 2020 –el año del Gran Confinamiento– el sector agroalimentario español había invertido en innovación un total de 959,5 millones de euros, el 5,6 % de la inversión total de la economía, porcentaje que está por encima de la participación del sector al valor añadido nacional en aquel año (3,1 %). La distribución entre las dos componentes del sector está bastante desequilibrada, ya que el primario aportó 160,4 millones por los 799,1 de la industria de los alimentos, bebidas y tabaco.

Vocación innovadora

La primera y, hasta cierto punto, sorprendente conclusión que podemos obtener del análisis es que las empresas del sector agroalimentario muestran una ligera mayor vocación innovadora que la media del conjunto de la economía: el 14,1 % de las empresas del sector gastaron dinero en innovación en 2020, por un 13,1 % a escala nacional. Por componentes, la rama responsable de esta mayor vocación innovadora es la industria de los alimentos, bebidas y tabaco, que obtiene en torno a 20 puntos porcentuales más de participación en los estratos de empresas medias y grandes. En el total, un 22,5 % de las empresas de la IABT invierte en innovación, frente al 13,1 % de la media de la economía.

Por otra parte, el sector primario (AGPS) muestra un comportamiento bastante peor que la media del país (7,4 %). No obstante, las diferencias se concentran en el segmento de las pequeñas empresas –menos de 50 empleados–, que es el segmento al que pertenecen la gran mayoría de las explotaciones agrarias de España (el 52 % de las explotaciones españolas tiene menos de 5 ha y el 66 % menos de 10 ha). En los estratos de empresas medianas y grandes las diferencias con respecto a la media nacional son mucho más estrechas.

                                                                                            Fuente: PITEC 2020, INE

Que no se refleja en intensidad

Aunque las empresas del sector agroalimentario muestran una mayor vocación hacia la innovación, el esfuerzo relativo promedio (medido a través del indicador denominado intensidad de la innovación, que pone en relación el volumen de gasto con la cifra de negocio) es sustancialmente inferior. Mientras que la media de las empresas españolas dedica el 1,1 % de su cifra de negocio a gasto en innovación, en el sector dicho esfuerzo se reduce al 0,8 %, con una cifra global muy similar para AGPS e IABT.

Aquí, la conclusión más llamativa es que la intensidad inversora en innovación es muy superior en las empresas medianas y grandes del sector primario. Este resultado apunta a que parece haber una fuerte relación directa y creciente entre intensidad de innovación y dimensión económica de la explotación. Aunque debería estudiarse más específicamente si esto es así, las implicaciones de este hecho (si se confirma) sobre la política agraria pueden ser más que relevantes, teniendo en cuenta la senda estratégica dibujada por la Unión Europea para la agricultura y ganadería del bloque va a requerir una fuerte inversión en I+D+i en los próximos años.

                                                                                          Fuente: PITEC 2020, INE

Estructuras de gasto muy dispares

No solo son diferentes los importes dedicados a la innovación y las intensidades del gasto en innovación, también lo es la estructura interna del mismo. En el conjunto de las empresas del país, el 49 % se dedica a I+D interna, por un 38,1 % en el sector agroalimentario. Resulta muy llamativo en este terreno que la AGPS dedique un 61,4 % a esta tipología de gasto, muy por encima de la media nacional y, sobre todo, de la IABT, que dedica un 33,4 %. Estas diferencias intrasectoriales se reducen sustancialmente cuando se trata de la inversión en I+D externa. El conjunto de la economía dedica a este capítulo el 10,3 % de su gasto en innovación. Por su parte, el agroalimentario dedica el 5,5 %, con el primario dedicando el 4,2 % y la IABT el 5,8 %.

Esto implica que las diferencias se vuelven a ampliar al considerar la tercera componente, los otros gastos en innovación. El esfuerzo dedicado a este capítulo por el total de empresas es del 40,7 %, mientras que en el sector agroalimentario es del 56,5 %, con sus dos componentes muy distanciadas: 34,5 % para la AGPS y 60,9 % para la IABT. Curiosamente, la mayor parte de estos otros gastos en el sector agroalimentario se dedican a la compra de bienes de capital –en torno al 73 % en los dos subsectores–. Enunciándolo de una manera directa y sencilla, el sector agroalimentario dedica casi 2/3 de su gasto en innovación (excluido el gasto en I+D) a bienes de capital, mientras que el conjunto de las empresas españolas dedica a este capítulo solo la mitad y el 25 % a personal interno.

David Uclés Aguilera

Área de comunicación en Grupo Cajamar