La mayor parte de los que han oído hablar de blockchain o tecnología de cadena de bloques, lo ha hecho en el ámbito de las criptomonedas: bitcoin, etherium y compañía. De hecho, es una de sus fundamentos tecnológicos. Esta tecnología permite una gestión descentralizada de la información (en el caso de las monedas, de las transacciones) de forma transparente, segura y manteniendo el histórico de todas las operaciones anteriores.
Sin embargo, desde hace algún tiempo se ha comenzado a especular con la posibilidad de utilizar esta tecnología más allá del mundo de las monedas virtuales, siendo el agroalimentario uno de los potenciales y principales usuarios de la misma. La primera utilidad es obvia, y deriva del origen monetario: la realización de transacciones entre los diferentes agentes de la cadena de valor de los alimentos. A un nivel básico, podemos registrar las transacciones (cantidades físicas, importes y protagonistas) realizadas sobre una determinada partida de alimentos a lo largo de toda la cadena de valor. Así, obtendríamos un primer nivel de trazabilidad y una clara ganancia de transparencia en el mercado, en el que todos los participantes en la plataforma correspondiente podrían tener acceso a toda la información. Las barreras a una implementación de esta naturaleza son múltiples. Quizá no sea la menos importante que en una cadena desequilibrada, la información es mucho más valiosa, ya que puede permitir la toma de decisiones más eficientes y, por supuesto, la captura de una mayor proporción del margen global para quién dispone de ella. Otra aplicación de carácter económico es la posibilidad de crear contratos inteligentes, en los que se automaticen los procedimientos de negociación y se eliminen costes de transacción y posiblemente también intermediarios.
Sin embargo, es precisamente en el ámbito de la trazabilidad en el que el blockchain seguramente incidirá primero. Porque, por encima de la posición de unos y otros en la cadena, lo cierto es que todos deben hacer frente a una demanda creciente de seguridad y salubridad en los alimentos, proveniente de los propios consumidores y también de las distintas administraciones con responsabilidades en la salud y la alimentación. Despojada de la información de la capa monetaria (o no), hay otras muchas variables que pueden contribuir a una mejor y más eficiente cadena. Si interactuamos e incorporamos la información recogida por los múltiples sensores y medidores conectados (Internet of Food) que están funcionando en las explotaciones y en las industrias transformadoras, podemos llegar a construir un historial completo de un determinado alimento. Por ejemplo, fecha y lugar de siembra, fechas de los tratamientos y características de los mismos, fecha de cosechado, número de agentes por los que el alimento ha ido pasando, duración y condiciones de los transportes, fecha de entrada en el supermercado, condiciones de conservación en el mismo y, finalmente, fecha de venta al consumidor –podríamos incluso seguir en el domicilio del consumidor y añadir información sobre el tiempo de almacenaje en el frigorífico o en la alhacena de este, y hasta contabilizar qué parte termina siendo desechada.
Hoy día muchas de esas capas de información que hemos mencionado en nuestro ejemplo son incompletas o incluso imposibles de obtener. Sin embargo, sí que es totalmente factible mantener un nivel de trazabilidad más general, acortando los tiempos de comprobación ante alertas alimentarias de manera dramática. En este sentido, IBM ha diseñado para Walmart un sistema que permitió acortar el proceso de verificación de una partida de mangos pelados y troceados de 6 días (con los métodos tradicionales) a tan solo 2,2 segundos.
Las ventajas que ofrece la cadena de bloques para esta misión son varias:
- Seguridad de la información. La gestión descentralizada dificulta que alguien pueda modificar a su conveniencia la información, rápidamente sería identificada la manipulación.
- Auditabilidad. Las cadenas de bloque son inmutables, las actualizaciones generan una nueva cadena, por lo que la comprobación de las transacciones a lo largo del tiempo son sencillas.
- Interoperabilidad. La fuente de los datos puede ser muy diversa y el formato de los mismos también. Lo importante es la estabilidad del bloque y su contenido.
- Transparencia. Se recogen todos los procesos y etapas por los que ha pasado el producto, siempre que estén integrados en la plataforma que soporta la cadena de bloques.
- Estabilidad. La gestión distribuida no hace el sistema dependiente de un solo servidor o de una sola máquina, sino que este puede funcionar mientras que un mínimo de sistemas permanezca conectado.
No obstante, también presenta algunos problemas, como el elevado consumo de electricidad que el mantenimiento del propio sistema conlleva. En el caso del bitcoin, el tamaño de la cadena de bloques alcanzado hace que la gestión de esta sea cada vez más intensiva en computación, cuyo principal coste es el energético. Este inconveniente puede ser superado, en el caso del agroalimentario, estableciendo un tiempo de presencia en la cadena de bloques máximo para cada bloque, o para cada tipología de bloques; es decir, dotando de una caducidad previa a cada bloque en función una serie de variables previamente establecidas.
Otro inconveniente es la inversión necesaria en equipos de tratamiento de la información que, aunque distribuido, no deja de ser relevante para muchas empresas, que podrían quedar por este motivo ajenas al sistema y, por tanto, fuera del mercado mejor informado (en el extremo, incluso fuera del mercado sin más).
De cualquier forma, no es descabellado pensar que el blockchain va a tener un papel relevante que jugar en el futuro de la alimentación, y que su entrada en escena va a suponer un esfuerzo de adaptación a todos los agentes de la cadena, incluso la desaparición de algunos (intermediarios que aprovechan las discontinuidades de información en el sistema).