El algarrobo se muestra como un claro cultivo alternativo en todo el Arco Mediterráneo por diversas razones. La primera y más importante es a nivel medioambiental. Es un gran sumidero de CO2, especie clave en restauración, prevención de la desertización, inundaciones, incendios forestales, y tiene gran capacidad de adaptación a climas secos y al propio cambio climático. Todo lo anterior convierte al algarrobo en un cultivo esencial para la conservación de suelos, las estrategias antierosivas y la mitigación del cambio climático en el litoral mediterráneo. Otra razón es la socioeconómica, ya que se perfila como modelo de negocio en zonas degradadas sin recursos hídricos. En conclusión podemos afirmar que hablamos de una especie top en modelos bioeconómicos sostenibles.
El fruto del árbol, la algarroba, ha conseguido cambiar la consideración que de ella se tenía, y ya no es el alimento infravalorado de antaño destinado a alimentación animal. Aunque jugó un papel fundamental en la hambruna de tiempos de guerra y postguerra civil española, hoy tiene el prestigio de los ‘superalimentos‘ cargados de propiedades, todo ello avalado por estudios científicos. En definitiva, es una especie muy valorada por su composición nutricional y saludable, como hemos podido corroborar en los estudios realizados en los centros experimentales del Grupo Cooperativo Cajamar. En azúcares presenta una composición que oscila entre 40 y 55 gramos por cada 100 gramos, de los cuales el componente mayoritario es la sacarosa y en mucha menor medida fructosa y glucosa. Desde el punto de vista proteico suele tener unos contenidos medios en pulpa de hasta el 8%, pero las semillas pueden alcanzar el 30%. Y lo mejor es que presenta una buena calidad proteica, pues aporta 17 aminoácidos de los cuales 7 son esenciales, de manera que se muestra como un fruto apto para alternativa como fuente proteica vegetal. El contenido de fibra en pulpa puede llegar hasta el 40%, siendo por consiguiente una buena fuente de fibra. Respecto al contenido mineral, puede ser una excelente fuente de potasio, calcio y hierro, además de ser un alimento con muy bajo contenido en sodio.
Desde el punto de vista saludable se ha resaltado su efecto quimiopreventivo. Incorporado a la dieta regular puede prevenir, según el Instituto Nacional del Cáncer norteamericano (NCI), los cánceres de mama y de próstata, debido a la presencia de un compuesto característico de la algarroba que es el D-pinitol. De la misma forma, este compuesto es especialmente eficaz como antidiabético por sus efectos similares a la insulina, ya que ejerce un efecto protector contra el estrés oxidativo en el tejido hepático, renal y pancreático.
También hay que destacar su efecto inmunosupresor. Investigado a fondo para tratar patologías como el asma, la inflamación crónica, la artritis reumatoide o la esclerosis múltiple, ha demostrado ser una estrategia prometedora para lograr un sistema inmunológico más equilibrado.
Con él se preparan jarabes, harinas, bombones, helados, brownies, mousse, y se puede utilizar como sustituto del chocolate, ya que no contienen cafeína ni teobromina. Y lo mejor de todo es que serían elaboraciones aptas para diabéticos.
Por todas las razones anteriores, la algarroba se sitúa claramente en la base de cualquier pirámide alimentaria. Posee un elevado interés agroalimentario, tanto como producto en sí mismo como para la obtención de diferentes aditivos de origen natural para la industria alimentaria. La algarroba y derivados se muestran como componentes perfectos para incorporar a modelos dietéticos saludables. En los últimos años venimos trabajando en lo que denominamos Healthy Food Fast en los centros experimentales del Grupo Cooperativo Cajamar, y hemos evaluado diferentes bases panificables con harina de algarroba donde las conclusiones más importantes han sido que conviene mezclarla con otro tipo de harinas como la de espelta, teff, trigo sarraceno o incluso harina refinada. Para la elaboración de pizzas se muestra como un ingrediente con buen comportamiento. Normalmente necesita mayores tiempos de fermentación, y produce una mayor compactación. Tienen un menor grado de endurecimiento comparado con las harinas refinadas, y el panel sensorial realizado a los diferentes elaborados de pizzas y dips indican un grado de aceptación considerable.