El mes de mayo es el mes de las flores y el del gran esplendor de la primavera, promesa de juventud y de buenos momentos. Pero también, y sobre todo, es el mes de la gran fiesta del trabajo. De hecho, lo es desde su comienzo, desde el primer día. En efecto, el Primero de Mayo es el Día del Trabajo, el Día de los Trabajadores.
E, incluso, también se le conoce por su acepción del Día Internacional del Trabajo (o de los Trabajadores). Es la celebración de los derechos que a lo largo de las décadas se han conseguido para mejorar la calidad y el nivel de la vida de la población.
La lucha por reducir la jornada laboral
Hoy en día en la mayoría de países industrializados de la tierra se discute sobre la reducción de jornada a las 35 horas semanales. Pero en la segunda mitad del siglo XIX los trabajadores lo que reclamaban era trabajar 48 horas a la semana. Por aquel entonces era habitual que las jornadas laborales fueran de hasta 14 horas diarias. Incluso para los niños que eran puestos a trabajar desde muy temprana edad).
La historia cuenta que el incidente de Haymarket o revuelta de Haymarket fue un hecho que tuvo lugar en Haymarket Square (Chicago, Estados Unidos) el 4 de mayo de 1886. Y que fue el punto caliente de una serie de protestas que desde el 1 de mayo se habían producido en respaldo a los obreros en huelga, para reivindicar la jornada laboral de ocho horas.
Posteriormente este hecho dio lugar a la conmemoración del 1 de mayo, originalmente por parte del movimiento obrero. Actualmente está considerado el Día internacional de los Trabajadores en la gran mayoría de los países del mundo.
Tras los sucesos en Estados Unidos, la Segunda Internacional dio un gran impulso a los intentos por convertir el 1º de mayo en un día festivo. Siempre reivindicando simultáneamente la reducción a ocho horas de la jornada laboral. En 1904, la II Internacional reunida en Ámsterdam pidió a «todos los partidos, sindicatos y organizaciones socialdemócratas luchar enérgicamente en el Primero de Mayo para lograr el establecimiento legal de la jornada de 8 horas y que se cumplieran las demandas del proletariado para conseguir la paz universal».
Una festividad mundial
El Primero de Mayo se convirtió durante la segunda mitad del siglo XX en un día de grandes celebraciones oficiales, manifestaciones populares y desfiles militares. Por ejemplo, en países como la Unión Soviética, donde se hicieron célebres los grandes desfiles frente al Kremlin de Moscú y el mausoleo de Lenin. O en la República Democrática Alemana o China.
En 1954, el papa Pío XII declaró el 1 de mayo festividad de San José Obrero, en la Plaza de San Pedro de Roma. De esta manera le añadía un mensaje católico a est jornada, abriendo un nuevo concepto de «obreros católicos«.
España fue el primer país de Europa que aprobó mediante un decreto la jornada de ocho horas tras la huelga de La Canadiense llevada a cabo por anaquistas de Barcelona. Dos meses después Francia hizo lo propio.