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Thomas Malthus (1776-1834), moralista británico y considerado uno de los primeros economistas y demógrafos de la historia, es famoso por su predicción sobre las diferentes tasas de crecimiento de la población y de la producción de alimentos. La versión más popular es la de que mientras que la población crece siguiendo una progresión geométrica en el mundo, la producción de alimentos lo hace en forma de progresión aritmética. El resultado no podría ser otro más que un colapso poblacional y social por causa de la hambruna.

De hecho, a lo largo de la historia son numerosos los casos de crisis demográficas de carácter maltusiano en diversas sociedades, provocados por el desfase entre la demanda de alimentos y la capacidad de producción. Por ejemplo, el colapso de la civilización maya ha sido explicado por diversos autores como un problema de base maltusiana. La capacidad de roturación de tierras aptas para cultivo podría haberse acercado al máximo posible y una racha de largas sequías que asolaron la zona entre los años 800 y 1.100 hicieron el resto, provocando el colapso de las organizaciones verticales que vertebraban aquella sociedad, y con ello el abandono de las ciudades.

La desaparición de los noruegos de Groenlandia podría haber acaecido por similares razones. En este caso, el advenimiento de la pequeña edad de hielo del medievo provocó la imposibilidad de mantener sus sistemas tradicionales de alimentación (ganadería bovina, combinada con agricultura y caza), y junto con la desaparición de la conexión con el continente (llegó a haber una relación comercial anual entre el continente y las colonias groenlandesas), debilitaron esta población hasta su desaparición o la asimilación de la misma por las tribus inuit.

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Es curioso que el clérigo británico, que vivió la revolución industrial en primera persona, no fuera capaz de vislumbrar el poder transformador de la tecnología en la agricultura. La mecanización y estandarización consiguiente de los procesos industriales atrajo a las nuevas fábricas de las ciudades a una ingente masa de trabajadores (el nuevo proletariado) que no podía provenir de otro sitio más que del campo, mermando así la mano de obra agraria y encareciendo en términos relativos la misma.

Solo 6 años después de la muerte de Malthus, el estadounidense Cyrus McCormick lanzaba su exitosa máquina segadora, que reducía las necesidades de mano de obra para la recolección del trigo y acortaba el tiempo de siega. Este adelanto animó a los agricultores a ampliar sus plantaciones, dando lugar a un rápido crecimiento de las cosechas de grano. Y, de paso, rompiendo la progresión aritmética de Malthus.

Luego vinieron la selección de semillas, la revolución verde de Norman Borlaug, y actualmente una combinación de técnicas de manejo, acortamiento de los ciclos de selección –que pueden verse reducidos aún más con la expansión de la tecnología CRISPR de edición genética–, reducción de desperdicios, cierre de ciclos y bioeconomía. En resumen, la capacidad de la agricultura para escapar de la trampa maltusiana parece estar garantizada a corto y hasta a medio plazo por un conjunto de tecnologías ya disponible.

Sin embargo, no debemos perder de vista que aunque globalmente parece que el peligro está conjurado, lo cierto es que existen aún riesgos locales importantes. El modelo de desarrollo económico dominante con el mercado como principal mecanismo de asignación de rentas y distribución de productos, genera puntos ciegos que tienden a quedar en los márgenes de dicho sistema. Tampoco podemos descuidar que un suceso exógeno, o la superación de algún umbral crítico, provoquen un cambio climático global acelerado que deje nuestra capacidad de reacción superada de forma temporal.

Hasta ahora, la tecnología nos ha redimido, pero el ser humano como especie debería comenzar a plantearse seriamente cuáles son los límites de su propio crecimiento. En todos los ecosistemas hay una capacidad de carga del medio, y esta no es infinitamente creciente en un mundo físico en el que existe la entropía y los recursos son cada vez más escasos.

David Uclés Aguilera

Área de comunicación en Grupo Cajamar