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Si tenemos las generaciones mejor formadas de nuestro tiempo, ¿por qué estamos viviendo en el periodo de crisis más largo de toda la historia?

A mi parecer, se trata de una falta de actitud que en los últimos años está en decadencia. La actitud no se estudia en ninguna universidad. La actitud no se compra en ningún mercado. La actitud se elige y para ello es necesario tener referentes que te la infundan.

Afortunadamente, en Cajamar tuve la suerte de encontrar algunos de estos referentes. Es cierto que la actitud requiere de grandes dosis de ilusión, de esfuerzo de entusiasmo, de pasión,…

Lo más cómodo es llorar, quejarse y culpabilizar a los demás sin pensar que el fallo muchas veces puede estar en uno mismo. Como decía Shakespeare, «muchas veces pedimos al cielo los recursos que tenemos en nuestras manos«.

Detalles que construyen grandes metas

Yo entiendo la actitud como aquellos pequeños detalles que marcan grandes  diferencias. A veces son insignificantes, pero son los que quedan en la memoria grabados para siempre. La suma de estos pequeños detalles permite alcanzar grandes metas. Como la suma de granos de arena puede construir grandes montañas.

Cuando yo era pequeño, pude convivir con el «tío Onofre«, un octogenario cuya misión era cuidar de dos cabras que producían la leche con la que me crié.

Fue un hombre excepcional que, a pesar de vivir múltiples penurias y sufrir una guerra, sacó adelante a su familia. Y siempre con una sonrisa en la boca. Su actitud fue siempre positiva e impecable. De ahí saqué una gran enseñanza: las personas son excepcionales porque tienen actitudes excepcionales.

Transparencia y honestidad

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Él tenía todo el derecho a quejarse y a llorar. Sin embargo, nunca lo ejerció. Nunca conocí un mal día en la vida de esta fantástica persona que me dejó una inolvidable lección como legado. Y que hoy comparto con vosotros.

El no tenía ninguna obligación de cuidar de las cabras. Pero realizar aquella labor le otorgaba la importante sensación de sentirse útil. Lo más curioso era que aquellas cabras no eran suyas sino de mi padre. A pesar de este hecho, el tío Onofre las alimentaba con cereales e hierba fresca. Les hablaba. Las sacaba de paseo.

No hubo día en que no estuviera al pie del cañón pese a la lluvia, al mal tiempo, los vaivenes emocionales y los problemas familiares. Este vínculo hizo que incluso las ovejas terminaran notando su falta el día en que el tío Onofre nos dejó.

Hoy en día echamos en falta la existencia de líderes con valores como la transparencia y la honestidad. En definitiva, aquellos valores que trascienden, esas cosas que no se enseñan. Que se aprenden.

Si echamos la vista atrás estoy seguro de que somos capaces de encontrar numerosos hechos de generaciones pasadas que sí poseen estos valores. La actitud es ser capaz de poner cara de viernes, siendo lunes por la mañana.

Emilio Jesus Del Aguila Berenguel

Director Area de Talento en GRUPO CAJAMAR